Emilio

Este es un artículo para los amantes de Miami Vice y Los Soprano. De cuando también se intentaban opas hostiles (Banco Bilbao contra Banesto), había mucha guerra sucia y Madrid era un avispero. De cuando se inventaba la televisión de madrugada, con marcianos y pelícanos. Pero no solo para los fans de los años ochenta y noventa. Porque Emilio Rodríguez Menéndez, fallecido hace unos días, fue el tiburón que nadó en todas estas piscinas y mantuvo su reinado en el lado oscuro de la vida hasta anteayer.

MALAGA, SPAIN - JANUARY 23: (EXCLUSIVE COVERAGE) Emilio Rodriguez Menendez (R) is seen on January 23, 2015 in Malaga, Spain. (Photo by Europa Press/Europa Press via Getty Images)

 

Europa Press Entertainment / Getty

Fui espectadora y narradora, como periodista, de sus maniobras extremas como abogado defensor de todo lo indefendible: de mafiosos turcos del narcotráfico de heroína; del Dioni, ladrón y guarda de seguridad; de los policías condenados por hacer desaparecer al Nani..., incluso le echó un cable a Esperanza Aguirre. La lista era increíble junto con su presencia en los medios de comunicación, especialmente en los periódicos en ruina que compró para desacreditar a enemigos, esparcir basura interesada a granel o hacer chantaje. Simula haber hablado con el fugitivo Antonio Anglés y difunde un vídeo íntimo del director de El Mundo, Pedro J. Ramírez. Empresarios y banqueros con problemas con la justicia hacen correr los dossiers que él propaga. Villarejo y Manos Limpias deben de tener un altar en casa dedicado a Rodríguez ­Menéndez.

Fue abogado defensor de todo lo indefendible: mafiosos turcos del narcotráfico, el Dioni...

El contacto más directo lo tuve hace diez años, cuando le dedicamos un Equipo de investigación por los delitos cometidos ya durante el siglo XXI. La lista de impagos que le perseguía, la deuda con Hacienda de dos millones que ignoraba olímpicamente o la huida de la cárcel durante un permiso cuando cumplía condena de diez años. En una hora fue imposible resumir su vida, sobre todo porque ningún abogado, cliente o víctima quería hablar de él. Pero pudimos describir sus métodos, que le llevaron a dormir en un dormitorio blindado con hormigón armado, y la ampliación de negocio a Argentina, Cuba o las islas Caimán.

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Mientras grababa, ante la puerta de su despacho en pleno centro de Madrid, Rodríguez Menéndez salió y nos miró. La mirada del caimán medio dormido en el pantano cuando calcula si vale la pena o no salir del letargo para devorarte.

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