Estoy segura de que existe en algún lugar. Todos siguen el mismo patrón. Una tras otra, toman las mismas decisiones. Me refiero a un Manual para autócratas. Sirven a una élite de amigos y empresarios afines que no les escatiman adulación, pero hacen ver que apoyan a la clase trabajadora y a las clases medias a las que cada vez es más difícil pagar las facturas: por la inflación, por el coste de la energía, por la financiarización de la vivienda.
Para cohesionar a su potencial electorado, y sacando provecho de las redes sociales, eligen un enemigo común. Primero, los más vulnerables, los inmigrantes. Pasó en Hungría, en Polonia, en Turquía, en Italia, pasa en Estados Unidos. Después, van a por el colectivo LGTBI. Y después van contra las mujeres y el derecho al aborto (Ayuso debe de conocer el manual). Luego criminalizan a otro grupo, y luego a otro, y en paralelo benefician a sus amigos. Y siguen y siguen diezmando la democracia, jirón a jirón, hasta que el país es una autocracia. Y es entonces cuando esa clase trabajadora que con razón se quejaba de los privilegios de las élites se da cuenta, demasiado tarde, de que votar a esos extremistas no fue una buena idea.
En Hungría y Turquía, el colectivo gay sufre persecución, humillación y acoso
Miren, damos por descontado que la situación de España es la tónica habitual, pero nada más lejos de la realidad. A la vez que celebrábamos los veinte años del matrimonio homosexual en España, aprobado por el gobierno Zapatero, que me ha permitido formar una familia con otra mujer y tener una hija, he podido conocer colectivos gais de Hungría y Turquía, y lo que están viviendo es terrible.
Mientras en España vivimos nuestra orientación sexual con toda libertad, en estos países el colectivo gay sufre persecución, humillación y acoso constante y creciente, e incluso criminalización. Y en Eslovaquia, Robert Fico acaba de aprobar una reforma constitucional que prohíbe la adopción por las parejas del mismo sexo, entre otras barbaridades.
La democracia es algo que no apreciamos lo suficiente hasta que lo perdemos. Y he visto en estos colectivos LGTBI un coraje inmenso para ganar un respeto que aquí damos por descontado. Una valentía que no sé si tendríamos la mayoría de nosotros en situaciones parecidas. Desconozco si se ha publicado este manual, pero les aseguro que los ultras, sea el país que sea, lo aplican. Si pudieran, también en España.
