No es cierto que Pedro Sánchez haya convertido el dichoso cambio de hora en una cortina de humo: ¡sí ya vivimos entre cortinas de humo! Entre abordar el futuro del sector agropecuario peninsular o los efectos secundarios del reloj que marca las horas, no hay duda.
Privilegios de la edad, años setenta, recuerdo la buena acogida al cambio de hora: ahorro de energía y las estaciones confirmaban sus leyendas, de modo que el invierno era más oscuro y la primavera más luminosa. Aquella sociedad veía el trasnochar como un ideal y el madrugar como un castigo.
Con los años, la nación se ha vuelto hipocondríaca y convierte el más nimio de los contratiempos en un riesgo para la salud, la estabilidad emocional, los hábitos de vida saludables, el impacto en la actividad laboral, etcétera, etcétera. Todo provoca estrés, depresión, angustia, malestar, deshidratación, trastornos alimentarios –y no me refiero a pasar hambre– y cuantas coartadas contribuyen a exculpar al individuo insatisfecho de su responsabilidad en el asunto.
Si usted no es feliz, no es porque le guste o elija mal el modo de vida y las compañías, es debido al cambio de hora y a minucias por el estilo. Cortinas de humo.
Aún resultará que atrasar o adelantar el reloj una hora es otro trauma insuperable...
Gracias al desarrollo económico, el catálogo de pequeñas adversidades de la vida crece y crece. Florecen los expertos –cualquier día saco la motosierra– que blanquean nuestras tonterías y fortalecen las debilidades. Así, una nimiedad como avanzar o retrasar una hora el reloj se convierte en un drama nacional. ¡Hay que ver cuántos perjuicios tiene para nuestra salud!
Estoy por exigir la baja el próximo lunes –quizás también martes y miércoles– para que mi cuerpo serrano y sus biorritmos no sufran en toda su brutalidad el impacto de la medida, del mismo modo que considero básico ampliar el permiso por luto no a diez días laborables sino a los años que hagan falta para superar el vacío. ¡Ah! La reforma debería incluir a perros y gatos, seres sintientes.
A veces pienso que esto de la sociedad del bienestar es un truco para convertirnos en una pandilla de tristes que desperdician la alegría de vivir y la lotería de haber nacido aquí y no en Gaza.
