Pato Donald, Tío Gilito y Charlie Brown

Cada vez que alguno de mis hijos se queja de un trato injusto de uno respecto al otro, les repito que la igualdad no es lineal, que consiste en tratar igual a los iguales y distinto a los distintos. Pero, como suele pasar en la vida, la aplicación pragmática y exhaustiva de cualquier criterio lo puede acabar deformando. Cuando celebro más el 6 del que estudia poco y a última hora que el 8 del responsable que lo lleva todo al día, yo misma me cuestiono la injusticia de mi comportamiento; esta especie de parábola del hijo pródigo que nos nubla el juicio para discernir entre hechos, sentimientos y el juego de expectativas.

Me invadió una sensación parecida, incómoda, el lunes 13 cuando veía la firma del acuerdo de paz para Gaza en Sharm el Sheij. Por un lado, el alivio de que se ponga fin, aunque sea de manera frágil, al horror de estos dos últimos años, de que paren las muertes de una vez, que entre la ayuda humanitaria en Gaza, que se abra un estrecho hilo de esperanza para poder caminar hacia la única solución posible, que es la de dos estados viables con el acuerdo de los países vecinos.

A large banner featuring U.S. President Donald Trump hangs on the Department of Labor building in Washington, D.C., U.S., in Washington, D.C., U.S., August 26, 2025. REUTERS/Brian Snyder TPX IMAGES OF THE DAY

  

Brian Snyder / Reuters

Por otro lado, está la zozobra ante el espectáculo. Que sea justamente Trump el que más hable de paz, el que organice un besamanos esperpéntico. “Un montón de dinero. Dinero ilimitado”, le dijo al vicepresidente de Emiratos Árabes. “No te enfadarás si digo que eres guapa, ¿verdad? Porque lo eres”, fue la dedicatoria a Meloni. “Amamos a Viktor. Eres fantástico. Conozco a muchas personas que no están de acuerdo conmigo, pero soy el único que importa”, fue lo dedicado nada menos que a Orbán, y el último apretón de manos, después de Mahmud Abbas, fue a Gianni Infantino, presidente de la FIFA­, porque resulta que no nos habíamos dado cuenta, pero es un actor esencial de las relaciones internacionales.

Y sin tiempo a digerir, estos últimos días llevamos observando –que no reaccionando– esta especie de nueva interpretación anaranjada de la doctrina Monroe. Condicionando la ayuda a Argentina a la victoria de Milei, el candidato que a él le gusta, en las elecciones legislativas de este domingo; los ataques extrajudiciales a supuestas narcolanchas en aguas venezolanas y colombianas y los ataques al presidente Petro, “líder del narcotráfico”, que han llevado a un enfrentamiento narrativo delirante, donde lo único seguro es que acabarán perdiendo los ciudadanos colombianos.

Mientras, el Financial Times calcula que la familia Trump ya ha ganado más de mil millones de dólares en criptomonedas durante este año.

El juego geopolítico ha cambiado: es el juego del poder y es imperativo que en Europa reaccionemos

Que las reglas del juego internacional han cambiado es un hecho. Que nos movemos del multilateralismo imperfecto hacia un juego de suma cero, porque el objetivo es el poder y no la prosperidad, me parece también poco cuestionable. Me sigue atorando, sin embargo, lo estupefactos, perdidos y paralizados que estamos en Europa. Esta semana la Unión Europea reclamaba, a Trump claro, entrar en la junta del futuro gobierno para Gaza, para ser un actor y no solo un pagador. Sin entender que, justamente en este nuevo juego perverso, solo te respetarán si te haces respetar. Para ello necesitamos urgentemente tres cosas:

1: Liderazgo. (¿Hay alguien ahí?)

2: Hacer los deberes más urgentes. Revertir la excepcionalidad de dejar fuera del mercado único europeo las telecomunicaciones, la energía y las finanzas. Ampliar y profundizar el mercado de capitales para que el euro pueda competir con el dólar. Simplificar y racionalizar la regulación (el estado 28 que apuntaba el informe Letta).

3: Demos. ¿Podemos dejar de poner las noticias europeas en el apartado internacional? ¿Dejar de tener al responsable político en el Ministerio de Exteriores y no en la Moncloa? ¿Tener algún colegio que se llame Jean Monnet? ¿Que los candidatos a las europeas sean al menos el dos en cada partido? Europa somos nosotros y no eso que empieza en los Pirineos.

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MADRID, 14/09/2025.- Detalle de las pulseras de uno de los asistentes al evento 'Europa Viva 25', que clausura el líder de Vox, Santiago Abascal, en el que participarán por videoconferencia líderes de la ultraderecha internacional como el presidente de Argentina, Javier Milei, y representantes del grupo Patriots del Parlamento Europeo, este domingo, en Madrid. EFE/ J.J. Guillén

El juego geopolítico ha cambiado. Es el juego del poder y es imperativo que reaccionemos si no queremos acabar llorando por la leche derramada. Trump se mueve entre ser un pato Donald con chupa de cuero, chulesco, y un Tío Gilito que mira solo por su bolsillo. Si Europa se limita a ser Charlie Brown, el adorable perdedor, no solo perderemos nosotros, también los latinoamericanos, a los que llevamos tiempo abandonando.

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