La vida, a veces, puede ser maravillosa

Confusión vital

Este último sábado de octubre no les quiero dar la turra con los temas de siempre. No quiero hablarles de las altas capacidades de Donald Trump para pacificar el planeta Tierra. Ni de si a Milei mañana se le va a gripar la motosierra. Si Miriam Nogueras es capaz de sonreír cuando ejecuta su enésimo discurso desafiante. Si Sánchez es incapaz de no apretar la mandíbula cuando sus socios le meten un palo. De si Feijóo no podría ensayar otra cara cuando le enfocan después de que Sánchez le dé otro revolcón. Que en medio de este combate político improductivo, el precio de la vivienda siga disparado, sin solución, siendo uno de los principales problemas de este sistema rentista capitalista. De la gracia que tiene Rosalía para, con cuatro duros y mucho ingenio, liarla pardísima cada vez que anuncia algo de su nuevo disco. De si es bueno mantener el cambio horario de esta madrugada. De si mañana en el Bernabéu veremos al Lamine Yamal que enamora.

Hoy quiero contarles unos hechos reales que tuvieron lugar el viernes pasado en la localidad catalana de Lloret de Mar, una población con más éxito de público que de crítica, pero dónde les puedo garantizar que ahora en otoño se está de maravilla.

Confusion vital

 

MARTÍN TOGNOLA

Resulta que teníamos concierto con mi grupo, Los Niños Jesús, en la sala Gotham. Tras la prueba de sonido, ese momento donde te juegas que el concierto sea una gozada o un calvario y el técnico de sonido es la estrella (en este caso, para bien), uno de los responsables de la sala nos llevó a cenar a pocos metros de allí. Restaurante La Brava Steak House, en pleno centro de Lloret. Solo entrar ya nos dimos cuenta que la cena de esa noche no iba a ser la de un día cualquiera. Y todavía desconocíamos el motivo principal. Un local amplio, agradable, bien decorado, que no me quiero imaginar cómo se pone un viernes de agosto, pero que un viernes de octubre tenía solo la mitad de las mesas ocupadas.

Un camarero con años de oficio, pelo canoso, atento, profesional, nos trajo las cartas para que eligiéramos la carne. Como no podía ser de otra manera y como buen veterano de la hostelería, la acabó eligiendo él. Y no falló. Lomo alto curado de Wagyu. Hasta hace dos días no teníamos ni idea de lo que era el Wagyu, y ahora todas las carnes llevan ese apellido, o en su defecto Black angus. ¿Por qué? Ni idea. Pero estaba muy rica. El vino, espectacular. Brindis. Viva la vida. Qué afortunados somos. Exaltación de la amistad.

No era Amy, era una camarera que canta de manera increíble, Maria Lukhtai, una joven ucraniana de 23 años

Y de repente empezó a sonar Back to black, de Amy Winehouse. Una canción que te pone la piel de gallina por demasiadas cosas. Después de la intro, Amy empieza a cantar. “He left no time to regret...” No era Amy, era una camarera, con un inalámbrico de teleoperadora de Jazztel, plantada en el centro del comedor, sola, que cantaba por Amy de una manera increíble. Se hizo el silencio, el tiempo se paró, pura magia. Bocas abiertas, nadie comía. Todas las mesas pendientes de ella, embobadas, hasta la ovación final. Era Maria Lukhtai, una chica ucraniana de 23 años que llegó con sus padres huyendo de la guerra hace tres años.

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Los músicos del grupo, que son la parte buena de los Niños Jesús, buscaron los acordes de Back to black. Y al cabo de una hora y media, Maria se subía con nosotros al escenario de la sala Gotham a cantarla. El público enloqueció. Qué regalo. Ojalá tenga la suerte que se merece. La invitaremos a nuestro último concierto de 2025, en la sala La Nau de Poblenou, el 30 de noviembre. Hago publi no para que nos vengan a ver a nosotros, que también. Igual después de leer esto algún cazatalentos la ficha y acabamos haciéndole de teloneros. No nos importaría. La vida, a veces, puede ser maravillosa.

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