La madrugada del viernes al sábado volvía a casa después de una cena con amigos. Tarde y algo perjudicado por el sueño, recordé que este fin de semana dormimos una hora más gracias al cambio horario. De las dos modificaciones para mí, esta es la buena porque se adapta mejor a mis biorritmos. En realidad, debería escribir la menos mala, porque medio siglo después de implantarse para fomentar el ahorro energético en plena crisis del petróleo, la medida se ha convertido en un despropósito.
Rechazada por la inmensa mayoría de los europeos, ya no sirve al objetivo inicial y se ha demostrado que es perjudicial para la salud. Por ello es loable la iniciativa del presidente Pedro Sánchez de acabar con el cambio de hora a partir del próximo año. Lástima que sea tan oportuna como presumiblemente inútil.
Enfangados en la burocracia de Bruselas, es posible que también esta vez la razonable propuesta española descarrile
Es sabido que la mejor manera de hacer fracasar cualquier proyecto es introducirlo en los vericuetos burocráticos de la Unión Europea. En esta ocasión el camino es el Consejo de Transportes, Telecomunicaciones y Energía, donde la propuesta del presidente español recibió el apoyo de Finlandia y Luxemburgo, además del de la Comisión Europea, el mismo organismo que hace más de un lustro se propuso, con un éxito perfectamente descriptible, eliminar los cambios de hora bianuales. En aquel lejano 2018 la idea era acabar con el sinsentido un año después, algo que nunca llegó a pasar por el imbatible argumento de que se necesitaba un debate público en profundidad.
El Parlamento Europeo tomó el relevo y aprobó en marzo del mismo año que quedaríamos liberados del engorroso cambio horario en el 2021. Cuatro años después y tampoco, lo que da buena idea de la utilidad de la cámara legislativa continental. Enfangados en la burocracia de Bruselas, es posible que también esta vez la razonable propuesta española descarrile entre las toneladas de reglas, directrices e informes que entorpecen cualquier decisión. Pero siendo esto lamentable, es más grave que las instituciones encargadas de facilitar la vida y de fomentar los hábitos saludables sean incapaces de llegar a acuerdos incluso cuando la unanimidad entre los expertos y los ciudadanos es tan amplia.
Vistos los precedentes, lo previsible es que los burócratas se sumerjan en un debate bizantino de resultado cero y dentro de seis meses estemos otra vez con las dichosas manecillas. Tan previsible como que España se adecue al flujo horario que le corresponde en lugar del actual, una rémora del franquismo para hacer la pelota a Hitler.
