La deriva autoritaria de Trump

EL AZAR DE LOS DÍAS

La noción de que Donald Trump y su Gobierno están desmontando la democracia estadounidense, paso a paso, con el propósito de convertirla en un régimen autocrático nos hubiera sonado hace unos meses a chifladura distópica­. ¿Estados Unidos, una dictadura? Imposible. Pero, asombrosamente, me temo que esto es lo que está ocurriendo.

Hagamos un repaso de las medidas que Trump, su Gobierno y el Partido Republicano están tomando. Puestas una al lado de la otra, son para llevarse las manos a la cabeza. Trump está actuando por decreto, sin contar para nada con el Congreso ni el Senado, pese a que dispone de mayoría. Está restringiendo la libertad de información de los periodistas. Está dando al ejército un papel interno que, constitucionalmente, no le corresponde y está desplegando la Guardia Nacional en ciudades como Chicago, Memphis o Portland. Está deteniendo y deportando a inmigrantes a diestro y siniestro y está ordenando el bombardeo de supuestos enemigos en aguas internacionales, saltándose todas las normas del derecho interno e internacional, sin dar explicaciones y sin que el Congreso diga ni pío.

CHICAGO (United States), 18/10/2025.- A placard depicting Us President Donald J. Trump and reading 'Faux-King joke' is displayed during a 'No Kings' protest in Downtown Chicago, Illinois, USA, 18 October 2025. The protest is part of a nationwide 'No Kings' day of action, opposing what organizers see as authoritarian overreach and threats to democracy under US President Donald J. Trump. (Protestas) EFE/EPA/CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH

 Protesta contra Trump y sus políticas en Chicago 

Cristobal Herrera-Ulashkevich / EFE

Está instrumentalizando la justicia para vengarse de quienes considera enemigos personales. Da instrucciones –en público, sin cortarse– al director del FBI y a la fiscal general para que investiguen y procesen a las personas que actuaron legalmente contra él tras su primer mandato o que considera que no le fueron leales. Un exconsejero nacional de Seguridad, John Bolton, y un exdirector del FBI, James B. Comey, ya están procesados. Amenaza con procesar a Beyoncé y Bruce Springsteen.

Mientras, el Partido Republicano está promoviendo la remodelación de las circunscripciones electorales de estados clave para asegurarse una ventaja que le dé más escaños. Es lo que, en inglés, se llama gerrymandering, un verbo que viene de combinar el nombre de un gobernador de Massachusetts que era aficionado a esta práctica, Elbridge Gerry, con la palabra salamander (salamandra), porque la circunscripción que el gobernador Gerry diseñó estaba tan deformada que recordaba a este animal. Lo están haciendo con una técnica llamada packing and cracking, que consiste en empaquetar el mayor número de ciudadanos sospechosos de votar a favor de los candidatos demócratas –los negros, por ejemplo– en las circunscripciones que se dan por perdidas y repartir a los que quedan entre circunscripciones en las que no tengan posibilidades de ganar.

No sé si, técnicamente, puede considerarse que todo esto equivale a un golpe de Estado a cámara lenta. Faltan piezas, pero se le asemeja cada día más. Recordemos que estamos hablando de un señor que hace unos días colgó en la red un vídeo suyo haciendo de aviador con una corona de rey y bombardeando de mierda a los ciudadanos que se manifestaban contra él. Y que, en una reunión del Gabinete retransmitida por televisión en todo el mundo, hace unas semanas, afirmó que es el presidente de Estados Unidos y puede hacer lo que le dé la gana. Así de claro.

Aún no sabemos si tiene en mente un modelo como la Hungría de Orbán o como la Rusia de Putin

Recordemos también que, en la noche de las elecciones del 2020, Trump telefoneó al funcionario encargado de certificar los resultados electorales del estado de Georgia para pedirle que buscara los 11.780 votos que le faltaban para ganar. Y que el 6 de enero del 2021, antes de que Biden­ tomara posesión de la presidencia, alentó a sus seguidores a asaltar el Capi­tolio, donde hubo cinco muertos.

Hace un par de semanas, un grupo de más de trescientos exfuncionarios de la CIA, del Departamento de Estado y de la Agencia Nacional de Seguridad publicó un informe lúgubre sobre el estado de la democracia estadounidense. Se titula Accelerating authoritarian dynamics: Assessment of democratic decline, y los firmantes consideran que, a pesar de que las elecciones, los tribunales y las instituciones democráticas sobreviven, están siendo manipulados de forma sistemática por un Ejecutivo que está consolidando un poder cada día más autoritario.

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La gran pregunta es si Trump se conformará con vaciar la democracia y transformarla en un sistema autoritario a su servicio, sin eliminarla formalmente, al estilo de la Hungría de Orban, o si irá más allá, hacia un modelo como la Rusia de Putin. Dice que, si es necesario, invocará la Insurrection Act para proteger a los ciudadanos honrados de la amenaza de los antifa y de los demócratas. Es decir, de todos los que no piensan como él. Esta ley equivale a la declaración de un estado de excepción y le permitirá tomar las medidas que se le ocurran para asegurarse de que el Partido Republicano gana las elecciones legislativas, o incluso aplazarlas con la excusa de un supuesto estado de guerra.

Dudo de que dé este paso, que podría ser definitivo. Pero la dirección de la senda que ha emprendido no puede ser más clara. Veremos si los miembros del Tribunal Supremo tienen el valor y la honestidad de obligarle a respetar la Constitución. En el caso probable de que no, porque el Tribunal tiene una mayoría muy conservadora, el último recurso serán las movilizaciones populares, que ya han comenzado. Si ni unos ni otros consiguen pararle los pies, Estados Unidos dejará de ser una democracia. Por increíble que parezca­.

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