Mientras mi padre vivió, no soñaba con él. Desde que murió, lo hago constantemente. No sé muy bien por qué. Quizás hay heridas que se quedan abiertas y, cuando bajas la guardia, se meten en tus sueños y en la cámara oscura de tu cabeza deciden representar lo que duele o perdiste. De hecho, sueño con mucha gente a la que quiero y ya no está a mi lado. Tampoco en el sueño me despido de ellas. Aparecen, están y luego se van.
Recordé a mi padre en sueños el miércoles cuando, en el funeral de Estado por los muertos de la dana, Naiara Chuliá, pareja de Slim, de 47 años, una de las víctimas, explicó que cada noche desde hace un año sueña con salvarle. Y, a la mañana siguiente, la verdadera pesadilla le espera a que se despierte para recordarle que no pudo hacerlo, que Slim seguirá muerto durante el resto del día. Solo dormida, aún tiene la esperanza de salvarle. Hay algo puro en el dolor de Naiara, lejos del postureo y el exhibicionismo, del mismo modo que solo se puede cantar flamenco con mueca fea, sin esperar la foto.
No sabemos con qué sueña Carlos Mazón ni las compañeras de clase que linchaban a Sandra
Ese funeral no fue un espectáculo. Fue lo que debía ser. Y los familiares y amigos de las víctimas ayudaron a reconciliarnos con la dignidad y el dolor, el echar tanto en falta a los muertos que, de noche, hasta el inconsciente viene en tu ayuda para que trates de salvar a Slim o tu padre siga vivo. Poder tener una última oportunidad para verlos moverse, escuchar su voz, decirles que les añoras. Quizás pedirles que no salgan de casa, que regresen antes del trabajo, que vayan antes al médico, que no hagan caso a sus compañeras como seguirán diciéndole sus padres a Sandra Peña, porque seguro que ellos sueñan con su hija y tratan de convencerla de que no se mate. Que la cambiarán de colegio. Que ella no es culpable del acoso. Que la quieren y que también eso pasará.
No sabemos con qué sueña Carlos Mazón ni las compañeras de clase que linchaban diariamente a Sandra en el centro escolar, ni tampoco los responsables de las Irlandesas de Loreto de Sevilla que no activaron el protocolo antibullying para proteger a Sandra. Quizá sueñan que los salvan, que los defienden, que, al menos dormidos, hacen lo correcto, que no son ya cobardes ni miserables. O quizás solo se les aparecen, como mi padre en sueños, para recordarles que, al despertar, su pesadilla seguirá ahí.
