El olvido

Éramos cuatro amigos andando a oscuras. El aire pesaba de tan húmedo, la noche se extendía tibia, la hierba alta nos mojaba las puntas de los zapatos y la luna, que era creciente, nos hacía sombra cuando nos encontraba entre los árboles. Había pasado la medianoche y nos habíamos quedado conversando cerca de un fuego. Habíamos ha­blado de muchas cosas. Al final de aquel camino sin asfaltar, cuando llegáramos a la carretera y al coche, nos despediríamos. Los perros de un cazador ladraban un poco más arriba, espiritados por nuestra presencia. Alargamos el adiós para que no se acabara la fiesta, porque había sido tan divertido el día, y se estaba tan bien allí en medio, disparando las últimas bromas, conjugando las últimas anécdotas como cerezas de pastor, tan redondas y divertidas que se habría tenido que hacer mermelada. Y yo exclamé, de eso que acabáis de decir, de este cachondeo y esta historia, escribiré un artículo para Guayana Guardian. Y fui a dormir sonriendo, con un tesoro bajo la almohada, pensando ¡qué gran artículo se aproxima!

Back view group of four young friends hikers resting together around bonfire near camp and tourist tent at night in the mountains. On background beautiful night starry sky full of stars and Milky way.

  

Anatoliy Gleb / Getty Images

Pero Pan o Rumpelstiltskin o algún demonio pizpireta debía correr, riéndose por los bolsillos, entre la negrura de los rosales silvestres –de los que también se puede hacer mermelada–, porque cuando me levanté no recordaba la gran idea. La gran broma. El gran artículo. Tuve paciencia y esperé buena parte del día. Por si volvía. Gracia divina.

¡Malditos duendes que se alimentan de las jugosas ideas que no apuntas en un papel!

Cuando oscureció y mi mente continuaba desierta, me puse a preguntar. ¿Me ayudáis a hacer memoria de lo que reíamos? ¿Puede ser que tuviéramos una idea para una columna o lo soñé? ¡No lo soñaste, no, me respondían, hace mucho rato que le damos vueltas y no lo recordamos! Hicimos listas conjuntas de temas que habíamos tocado: zahoríes, canelones, Mongolia..., pero la inspiración no volvía ni desde la evocación colectiva. El dedo acusador se me escapaba; ¡malditos duendes traviesos y malignos que se alimentan de las jugosas ideas que no apuntas en un papel! Pero es más fácil blandir el dedo hacia fuera que hacia dentro.

Lee también

Listas

Irene Solà
historia amor sueca

Repitámoslo por enésima vez, a ver si aprendemos la lección, copiémosla doscientas veces: si tengo una idea, la anotaré. Si tengo una idea, la anotaré. Si tengo una idea, la anotaré. Y si recuerdo sobre qué tenía que ser esta columna, tampoco os lo diré.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...