Es la política, estúpido

LA COMEDIA HUMANA

Cuando pensamos en trabajos que puedan resistirse a la invasión alienígena conocida como inteligencia artificial, hay uno que solemos olvidar. Ya sabemos que si somos padres responsables debemos decir a nuestros hijos que adiós a estudiar derecho, contabilidad o periodismo, cosas así, y que se preparen para ser carpinteros, cocineros o pelu­queros, labores que requieren el uso de las manos.

El también prometedor trabajo del que nos olvidamos, aunque tiene una alta visibilidad y ofrece más que decentes ingresos, es uno que no requiere ni habilidad manual, ni estudios, ni siquiera experiencia. Da igual la orientación sexual o la religión, si uno es hombre o mujer, alto o bajo, gordo o flaco.

¿Adivinaron? ¿No? Es la política, estúpido.

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Oriol Malet

Hoy las posibilidades de llegar de cero a cien en este terreno son mejores que nunca. Dada la desilusión general con los partidos tradicionales las oportunidades abundan. Y los ejemplos también. El más reciente, el joven musulmán Zohran Mamdani, elegido esta semana por amplia mayoría como alcalde de Nueva York. Hace apenas seis meses, ni sus vecinos lo conocían. Hoy, con 34 años, se ha convertido en una celebridad global.

Otros que llegaron en tiempo récord de la nada a la fama serían Trump en Estados Unidos; Milei en Argentina; Meloni en Italia­; Bukele en El Salvador; Ayuso y Abascal en España­.

Puede parecer que ayuda ser de la derecha, cuanto más extrema mejor. Pero sería un error llegar a esta conclusión de manera definitiva. Hay oportunidades de empleo en todos los bandos. Mamdani es de lo que en Estados Unidos llaman “la izquierda radical”, y lo que en Europa llamaríamos el PSOE, o el Partido Laborista británico. Trump fue más lejos, of course, y describió a Mamdani como “un lunático comunista cien por cien”. Gracias, Donald. Mamdani ganó en buena parte porque Trump lo detesta y en Nueva York detestan a Trump.

Mamdani ganó en buena parte porque Trump lo detesta y en Nueva York detestan a Trump

En general, me atrevería a decir que para un joven aspirante a triunfar en la política no es mal momento para posicionarse a la izquierda. Las soluciones fáciles que ofrecen los de la extrema derecha no suelen dar buenos resultados. Tampoco suelen ser buenos gestores. Después de pasar unos años gobernando tienden a revelarse como incompetentes (o lunáticos), la decepción reaparece y el péndulo pasa al otro lado. Este es el problema que tiene Trump, al que le dieron un mazazo en las elecciones de esta semana no solo en Nueva York, sino en otros estados importantes, como California y Virginia.

Pero no hay que negarle su momento de gloria al presidente naranja. Como tampoco hay que negar que la receta electoral que él ofrece es eficaz, digna de imitación para cualquiera que quiera registrar un triunfo veloz en la política. De hecho, en lo esencial, Mamdani lo imitó.

Sus objetivos son muy diferentes, pero sus métodos para llegar al poder no tanto. Tres cosas, básicamente, todas de tinte populista. Primero, hay que ser muy activo en las redes sociales, y cuanto más provocador, mejor. Segundo, presentarse como el antídoto al establishment, sea el que sea en determinado momento. Tercero, prometer mucho. En el caso de Mamdani, resolver en un plis plas el problema que azota a todas las ciudades grandes del mundo occidental, el de la vivienda. Y, de paso, que su alcaldía ofrecerá transporte público gratis a todos. Suerte con eso, y a ver si prospera donde anteriores alcaldes de izquierda en su ciudad fracasaron, pero se la jugó y, electoralmente, funcionó.

Sus objetivos son muy diferentes, pero sus métodos para llegar al poder no tanto

Otro consejo para alguien que pueda estar contemplando un futuro en la política: es una carrera que, para llegar lejos, exige mucha energía, o la capacidad de transmitirla. Los conocimientos, ser un admi­nistrador competente o saber expresarse con coherencia no son tan importantes como presentarse como un candidato de alto voltaje. El ruido es preferible a la luz. Gritar es más útil que formar frases serenas y claras.

¿Hay alguien en España que amenace con irrumpir en el escenario político a lo Mamdani, Trump o Milei? Pues resulta que sí. Miriam González Durántez reveló en una entrevista en The Financial Times esta semana que está estudiando la po­sibilidad de crear un nuevo partido po­lítico para enfrentarse, según­ explica el periódico inglés, “a los políticos corruptos de los partidos dominantes cuyos fracasos alimentan el desafecto y el extremismo”.

Mucho me temo que, por más loables que sean sus objetivos, la principal utilidad de esta mujer como ejemplo para un aspirante a triunfar en la política será demostrar cómo no lograrlo. Sé algo de ella porque es la esposa de Nick Clegg, ex vice primer ministro liberal demócrata británico. Es una abogada vallisoletana especialista en la Unión Europea que se expresa con singular claridad, inteligencia, honestidad y mesura. O sea, no es chillona, tiene un claro conocimiento de los límites de lo posible y es una defensora de la moralidad en la política. Con lo cual, ya empezamos mal. Cero populismo, cero disposición a hacer promesas imposibles de cumplir y cero –o cerca de cero– posi­bilidades electorales. Sus virtudes serían admirables en cualquier persona normal, pero de limitado valor a la hora de conseguir un buen empleo en el mundo político de hoy.

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En su caso particular, González Durántez tiene una limitación adicional. Tras dejar la política, su marido se fue a trabajar como vicepresidente responsable de relaciones públicas de Facebook. Es decir, que recibió una fortuna por ser el propagandista en jefe de una empresa que ha contribuido enormemente a fomentar la polarización y corromper los procesos mentales de media humanidad, a la vez ayudando a crear precisamente las condiciones que han permitido el ascenso al poder de los farsantes, idiotas, mentirosos, ladrones y demagogos que González Durántez pretende combatir. Pena porque seguro que tiene nobles intenciones, pero no quisiera estar en su lugar en un debate con Pedro Sánchez sobre las relativas virtudes de sus dos cónyuges.

Consejo final, pues, para quien este artículo haya servido como incentivo para contemplar una carrera en la política. La cara dura es, de todos, quizá el principal requisito para triunfar. Pero, salvo que seas­ un genio del populismo como Donald Trump, no te pases.

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