El interés político y el ciudadano

Conductas como la de Carlos Mazón aconsejan revisar con sentido crítico la lista de prioridades de los políticos con cargo público. La convención nos dice que su función es representar los intereses de la ciudadanía, desde los órganos de gobierno de la sociedad, con el propósito de definir e instrumentar unas políticas públicas que mejoren la vida colectiva.

Lamentablemente, no fue esa la prioridad de Mazón el 29 de octubre del 2024, cuando prolongó cuatro horas su almuerzo mientras la provincia de Valencia se inundaba y él, como primera autoridad valenciana, hubiera debido estar encabezando la acción institucional. Ni lo ha sido el año largo en que se ha aferrado al cargo, encadenando mentiras y culpando a sus rivales, en un absurdo intento de retener el cargo tras demostrar su incompetencia. Un año en el que, miedosa y sistemáticamente, ha eludido a los familiares de las víctimas.

Demonstrators chant slogans during a protest demanding for justice for the victims of last year's devastating floods in Valencia on November 3, 2025. The leader of Spain's flood-hit Valencia region, Carlos Mazon, who has faced fierce scrutiny over his handling of the October 29, 2024 catastrophe that killed more than 230 people, announced his resignation earlier today (Photo by Jose JORDAN / AFP)

  

JOSE JORDAN / AFP

El de Mazón es un ejemplo prémium de divorcio entre un político y la ciudadanía a la que se debe; un ejemplo de intereses teóricamente compartidos, pero de hecho divergentes; un fraude a los electores a los que pidió el voto y luego desamparó.

Nada nuevo bajo el sol: la política tiene bastante de conflicto de intereses, a veces personales, disfrazado de lucha ideológica y aderezado con retórica rimbombante. Nada nuevo y, además, ahora, algo frecuente, como comprobará quien analice las prioridades que orientan a los políticos de su entorno.

¿Cuál es, por ejemplo, la prioridad de Alberto Núñez Feijóo? A juzgar por su actividad parlamentaria y por su locuacidad mediática, Núñez Feijóo ha venido a este mundo a desbancar a su rival, el actual presidente del Gobierno, al que acusa de todas las felonías imaginables, hasta la fecha con más saña que fundamento. ¿Y cuál es la prioridad de Pedro Sánchez? Pues tratar de sacar adelante su agenda progresista, algo cada día más difícil, dados los charcos en los que se mete o a los que le empujan dada su debilidad parlamentaria. Eso, y resistir en el cargo (tal como ya teorizó seis años atrás en su Manual de resistencia ) hasta que se agote la legislatura.

La brecha entre los administradores y los administrados no se debe ensanchar más

¿Cuál es la prioridad de Carles Puigdemont? Sin duda, la causa independentista. Lo que le permite afirmar que él sí piensa en los ciudadanos… aunque solo sea en los que comparten su credo, excluyendo al resto. ¿Y cuál es la prioridad de Salvador Illa? Según anunció en su investidura, “unir y servir”. No es mal programa: Catalunya está ahora más sosegada y el plan de Illa se centra en las necesidades urgentes de los ciudadanos. Ojalá las satisfaga o atenúe.

Quizás estos ejemplos basten para reparar en que no todos los políticos atienden por igual el interés ciudadano. Pero los hay aún más llamativos. Verbigracia, las prioridades de Trump: desmantelar la democracia y sustituirla por un régimen autoritario, al tiempo que se enriquece con descaro e impunidad. O las de Putin, que, al disponer ya de un régimen autoritario y atesorar enorme riqueza, son simular que pilota una gran potencia. No abundaremos en estos dos casos porque está meridianamente claro que Trump y Putin anteponen sus intereses a los de los ciudadanos.

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Ni nos sorprenderemos ante los intereses, pornográficamente evidentes, de los tecnoautoritarios –Elon Musk, Peter Thiel, Alex Karp...– que el pasado domingo describía aquí Francesca Bria, en un artículo aterrador, y que están ya secuestrando el poder en EE.UU. Si alcanzan sus objetivos finales –dominar el mundo, como los malos de las pelis de James Bond–, ya ni hablaremos de prioridades porque los intereses ciudadanos desaparecerán aplastados bajo los suyos.

Criticar a los políticos es un deporte favorito de los ultras y un ejercicio de riesgo para la sociedad. También es un deber cívico. La brecha entre los administradores y los administrados no se debe ensanchar más, y si se ensancha hay que responder plantando cara. Lo dijo un padre de la patria como Thomas Jefferson: “Una pequeña revuelta no viene mal de tanto en tanto”. Y lo han demostrado los familiares de las víctimas que han presionado a Mazón hasta hacerle decir: “No puedo más”.

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