Los prodigios de Timor Oriental

la mirada portuguesa

Mientras a finales de octubre el Consejo de Seguridad de la ONU aprobaba el plan de integración en Marruecos, con formato autonómico, del Sáhara Occidental, excolonia española, Timor Oriental, excolonia portuguesa, subrayaba aún más su independencia, pasando a integrarse en la Asociación de los Países del Sudeste Asiático (Asean). Curiosa coincidencia en el tiempo esta, que rima con otra, histórica: los dos territorios fueron invadidos por vecinos poderosos (Marruecos y, en el caso de Timor Oriental, Indonesia) en el mismo año, 1975, originando en ambos conflictos armados y embrollos diplomáticos por varias décadas.

A finales de los setenta, el destino de Timor Oriental parecía zanjado a favor de Indonesia. Gerald Ford, presidente de Estados Unidos, y Henry Kissinger, su secretario de Estado, estuvieron en Yakarta la víspera de la invasión de la excolonia portuguesa. Todo indica que, aunque jamás bendijeron públicamente la ocupación, EE.UU. la aceptó en privado.

Kuala Lumpur (Malaysia), 27/10/2025.- East Timor's President Jose Ramos-Horta (L), Malaysia's Prime Minister Anwar Ibrahim (C), and East Timor's Prime Minister Kay Rala Xanana Gusmao (R) talk during the gala dinner of the 47th Association of Southeast Asian Nations (ASEAN) Summit in Kuala Lumpur, Malaysia, 27 October 2025. The 47th ASEAN Summit and Related Summits are being held in the Malaysian capital from 26 to 28 October 2025. (Malasia, Timor Oriental) EFE/EPA/Rafiq Maqbool / POOL

El obispo de Dili, Ximenes Belo, y José Ramos-Horta, político de la resistencia, con el primer ministro Xanana Gusmão )

Rafiq Maqbool / Efe

Portugal había abandonado ya el territorio, donde empezaba una guerra civil, con uno de los bandos defendiendo la revolución comunista. A los americanos les pareció preferible que el régimen de Suharto se adueñara de aquel bocado, que podría caer en manos de la URSS durante la partida de ajedrez de la guerra fría. Australia, gran potencia regional, aprobó esta anexión de Timor Oriental. Y Portugal, a pesar de que siempre condenó la invasión y defendió el derecho del pueblo timorense a decidir su destino, al principio no se volcó a fondo en esta cuestión.

Y ahí empezó el primer milagro de este país. Un milagro de sangre. Al contrario del antiguo Sáhara español, que forma parte del tablero arenoso del Sahel africano, la excolonia lusa es una casilla (más bien media casilla, porque es la mitad de una isla) de los archipiélagos laberínticos del Pacífico. Aprovechando la orografía complicada de su territorio, el pueblo nativo, los maubere, resistió al poderío indonesio a través de una guerrilla que jamás era derrotada, pero que tampoco podría vencer. Se cree que murieron unas 200.000 personas, lo que aupó, en la década de los ochenta, a Timor Oriental a uno de los primeros puestos en el siniestro ranking de los peores exterminios posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Durante muchos años, esa masacre transcurrió en un rincón del Pacífico sin que el mundo se diera cuenta.

Hasta que, en 1991, el periodista británico Max Stahl filmó la carnicería del cementerio de Santa Cruz, en Dili, la capital, y logró pasar las imágenes al exterior. Los telediarios del mundo arrancaron con el reportaje estremecedor de más de 200 personas (sobre todo jóvenes) asesinadas a tiros por el ejército indonesio. La cuestión de Timor Oriental se transformó en un problema mundial. El líder de la guerrilla, Xanana Gusmão, se hizo famoso. Todo se aceleró.

Timor Oriental se ha transformado en la isla donde muchos portugueses recuperan sus sueños perdidos

En 1996, el obispo de Dili, Ximenes Belo, y José Ramos-Horta, político de la resistencia, compartieron el Nobel de la Paz, que reconoció la justicia de la lucha del pueblo de Timor Oriental. En 1999, se celebró el referéndum aceptado por Indonesia: victoria de la independencia con el 78% de los votos. Hubo más violencia, pero, por fin, en el 2002 se materializó el nacimiento de un nuevo país.

Además del heroísmo del pueblo maubere, esta historia conlleva una maravilla más. Durante la ocupación indonesia, hubo en Timor Oriental una auténtica explosión católica. La semilla la habían dejado los misioneros portugueses, llegados a partir del siglo XVI. Pero, cuando los timorenses se encararon con el mayor Estado musulmán del mundo, Indonesia, se cristianizaron en masa, como gesto identitario y aglutinador. Juan Pablo II estuvo allí en 1989, en plena ocupación, y Francisco en el 2024. Una de las caras más amables del cristianismo es sin duda la de aquellos que, por su intermediación, buscan la libertad. Durante la masacre en el cementerio de Santa Cruz, un grupo de personas, refugiado en una capilla, rezaba el rosario en portugués.

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Gabriel Magalhães
LONDON (United Kingdom), 01/10/2025.- Anti-immigration protesters from the 'Pink Ladies' group demonstrate outside Downing Street in London, Britain, 01 October 2025. Protests by far-right groups against the government's use of hotels to house migrants have been increasing across the UK in recent months, with counter-protests also taking place. (Protestas, Reino Unido, Londres) EFE/EPA/TOLGA AKMEN

Otra sorpresa de esta historia: a partir de mediados de los ochenta, Timor Oriental se transformó en una profunda historia de amor de la sociedad portuguesa. Después de la dejadez inicial, las personas se comprometieron a fondo con este tema. Todo el país conspiraba para que se hiciera justicia a Timor Oriental. El catálogo de iniciativas de apoyo sería casi infinito. Empujado por esta inmensa ola nacional, António Guterres, el actual secretario general de la ONU, cuando llegó a la jefatura del gobierno luso, en 1995, diseñó una estrategia brillante para lograr el referéndum de 1999: todo un habilidoso tapiz diplomático, un prodigioso encaje de bolillos, que los timorenses han reconocido concediéndole a Guterres el estatuto de ciudadano de su país.

Me pregunto si una historia tan lírica como la de Timor Oriental sería posible hoy, en este tiempo cínico nuestro. Durante y en torno a los noventa se dieron los pasos principales que apuntalaron esta nueva nación: por esos mismos años se reunificó Alemania, nacieron pacíficamente nuevos países resultantes de la implosión soviética y se fraguó el euro. Fue una época de esperanza, con matices poéticos, entre ellos los Juegos Olímpicos de Barcelona. En la actualidad, Timor Oriental se ha transformado en la isla donde muchos portugueses recuperan sus sueños perdidos. Cuando la vida se derrumba, hay quien se va a Timor. Y uno reencuentra ahí su camino y la paz de su alma. Es como si fuera nuestro particular Tíbet espiritual.

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