No me acuerdo

El poeta Simónides fue invi­tado hace 2.600 años a un banquete en Ceos, una de las islas griegas. Justo cuando salió a tomar el aire ­–probablemente para huir del vino recalentado o del chiste de turno–, el techo del salón se desplomó y mató a todos los comensales. Los cadáveres quedaron irreconocibles, pero Simónides fue capaz de identificarlos porque recordaba exactamente dónde se sentaba cada uno.

Lo cuenta el gran Cicerón en su tratado Sobre el orador, una historia que podría pasar por fábula si no fuera tan exacta como un parte forense. Así nació la técnica de la memoria: de una cena, un desastre y un poeta que, en lugar de mirar al techo (ahora sería al móvil), había observado a las personas. La memoria no era una inspiración caprichosa, sino una técnica precisa e imprescindible para no leer al hablar en público si se quiere ser eficaz en la comunicación (si lees, no vas a
persuadir).

Pedro Sanchez en la Comisión Koldo en el Senado

   

Dani Duch

En otra de sus obras sobre cómo comunicar, Cicerón nos enseña que hay dos tipos de memoria: la natural –con la que nacemos–, y la artificial –la que se entrena–. Y que si uno quiere recordar algo, debe imaginarlo en un lugar específico y como algo que parezca imposible: un elefante en el baño, un león en la cocina, un fiscal borrando las pruebas de su móvil.

Ahora tenemos a la memoria arrinconada en el sistema educativo y eso es un drama porque el conocimiento es memoria

Antes de que existiera la nube –ese Olimpo digital– los griegos tenían a Mnemósine. No era una aplicación, sino una diosa. La Memoria con mayúscula. Zeus pasó nueve noches seguidas con Mnemósine (es Zeus) y de ahí nacieron las nueve musas que inspiran la creación. De la Memoria surgen la poesía, la música, la pintura, la historia… todas las formas de creación o de investigación. Es un mensaje fabuloso: sin memoria no hay inspiración ni progreso. Ni siquiera mentira, que para mentir con éxito hay que recordar cómo se dice la verdad.

Ahora tenemos a la memoria, esa diosa, arrinconada en el sistema educativo y eso es un drama porque el conocimiento es memoria. Y la tenemos apartada en el día a día: Google, y no digamos ChatGPT y asociados, va a acabar con nuestra memoria. No ejercitamos la memoria: el móvil nos recuerda los cumpleaños, los números de teléfono, todo.

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Emilio del Río
No me acuerdo

Para mala memoria la del presidente Sánchez, que en la comparecencia en el Senado respondió 52 veces con distintas formas de desmemoria. O la de los testigos en el juicio al fiscal general del Estado, que lo que más repiten es “no me acuerdo”. O quizá no es que no tengan memoria. Es que la tienen entrenada… para no recordar.

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