Polarizados por dejación de funciones

Polarizados por dejación de funciones
Abogada experta en derecho europeo

Por suerte, los españoles no estamos tan enfrentados como estábamos hace casi un siglo. Gracias a la tecnología, en la sociedad actual –en la que todos tenemos voz y no solo las élites– hay válvulas de escape que permiten que nuestros enfrentamientos ideológicos no lleguen a más. Nos quejamos de que muchos se gritan e insultan en las redes sociales, pero eso es mucho mejor que llegar a las armas. No obstante, nuestra política sigue moviéndose hacia los extremos. Tras el auge de la extrema izquierda, la subida de la extrema derecha parece ahora imparable.

La polarización política es en cierta medida entendible. El ciclo actual de la revolución tecnológica conlleva un intenso cambio económico y geopolítico en el que todo está en juego. El orden social e internacional resultante de este proceso será muy distinto del actual. Ello plantea decisiones colectivas de orden mayor, muchas de las cuales son complejas, conllevan riesgos e implican reformas estructurales. Es normal que esas grandes decisiones den lugar a desacuerdos po­líticos.

GRAFCAN5967. LAS PALMAS DE GRAN CANARIA (ESPAÑA), 26/10/2025.- El presidente de Vox, Santiago Abascal, ha protagonizado este domingo un acto político en el Círculo Mercantil de Las Palmas de Gran Canaria. EFE/Quique Curbelo

  

Quique Curbelo / Efe

Pero en algunos países –como en el nuestro– los políticos no solo no están propugnando esas decisiones transcendentales, sino que las están evitando (o por falta de preparación o por miedo al impacto electoral inmediato). En España tenemos además un reto autóctono: el que ni siquiera tenemos la energía política puesta en esas grandes decisiones. Como cuando nuestros políticos llegan al poder se pasan los primeros años colocando a los suyos y los siguientes a la defensiva, no queda espacio para las reformas estratégicas. Mientras la realidad económica y social gira vertiginosamente, hay una constante sensación de inmovilismo político.

Ante la falta generalizada de visión, ideas­ y capacidad de poner en marcha grandes planes, es casi normal que haya gente que empieza a cuestionarlo todo, preguntándose si lo que fallan son políticos concretos o todo el sistema democrático. El comprensible miedo de la población a los cambios –y la velocidad a la que se producen– no está recibiendo una respuesta política. Hay poco que lleve más a la gente hacia los extremos que el darse cuenta de que están costeando una red de políticos e instituciones que, en un momento tan transcendental como el actual, no les sirven para casi nada.

No son realmente las formas de los políticos las que polarizan, sino la falta de soluciones

Es tentador echar la culpa de la polarización a las maneras broncas de los políticos y sus discursos frentistas. Pero, si observamos con atención, no son realmente las formas las que polarizan, sino la falta de soluciones. Un ejemplo claro de ello es cómo se está polarizando tanto Catalu­nya como el resto de España.

El considerable crecimiento de la extrema derecha en el conjunto del país se está produciendo con un presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, que utiliza rutinariamente retóricas frentistas y formas polarizantes. Pero en Catalunya, donde también crece con fuerza la extrema derecha (y encima por partida doble: centralista e independentista), la Generalitat está en manos de un presidente, Salvador Illa, de carácter conciliador, retóricas emolientes y formas impecables.

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Lo que tienen ambos en común (dentro del ámbito de sus respectivas competencias) es que –al menos por el momento– no están siendo capaces de solucionar los problemas sustanciales de las sociedades para las que gobiernan ni de acometer reformas estructurales. Ninguno de los dos está solucionando el problema de la vivienda. Ninguno de los dos está gestionando de forma competente la emigración. Ninguno está preparando el sistema educativo para que nuestros jóvenes sean más competitivos. ­Ninguno está logrando eliminar fricciones, barreras y burocracia. Ninguno de los dos ­está limpiando el sistema político de servidumbres y corruptelas como el clientelismo. Y –como ni siquiera gobiernan con presupuestos– ninguno está tomando decisiones económicas de calado.

A todos nos gustaría que los políticos bajaran el tono y usaran mejores formas. Pero si queremos que la sociedad no se polarice, no hay que cambiar solo las formas, sino la sustancia. Para conseguir que los extremos dejen de crecer, hay que empezar por combatir la permanente dejación de funciones de nuestros gobernantes.

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