Los domingos ha recaudado ya dos millones de euros y apunta hacia los tres, lo que la situaría entre las cinco películas españolas más rentables del año. Algo siempre meritorio, y más cuando este filme describe una historia ya infrecuente, como es la vocación religiosa de una adolescente que se mete a monja de clausura. En España quedan unas 8.000, recluidas en 700 monasterios, una veintena de los cuales cierra cada año por falta de personal.
“Hay que verla”, te dicen de esta película que Alauda Ruiz de Azúa dirige con naturalidad, en la que se reflejan además los desajustes de la vida familiar y, de paso, se ironiza sobre el amor propio bilbaíno. Y uno va y la ve, y constata el buen pulso narrativo de la directora, la solvencia del cuadro actoral y, también, la impenetrabilidad del asunto tratado: la experiencia personal e intransferible que vive la protagonista y la lleva a convencerse de que habla con Dios.
‘Los domingos’ se perfila como una de las cinco películas más rentables del año
Hablar con Dios no es cualquier cosa. Si ya es difícil contactar con el servicio posventa de tu operador de telefonía, o con el gestor on line que te ha asignado el banco, más tiene que serlo hablar con quien es el supremo creador del universo, según las religiones monoteístas. Nos referimos no solo a querer hablar con él, sino a que, además, nos coja la llamada. Dada la diferencia de nivel entre interlocutores, eso parece una quimera, aunque si sucede, debe dar un subidón, capaz incluso de inducir a una ocasional arrogancia: en el lecho de muerte, la actriz Marlene Dietrich rechazó al cura que fue a darle la extremaunción al grito de “¡para qué voy a hablar con usted, si veré a su jefe de inmediato!”.
Los domingos gusta más en los círculos religiosos que en los descreídos, y ha recibido en alguno de estos el título de mejor película de terror del año, porque a su entender sería sectaria. No veo cine de terror –la vida ya da sustos suficientes– y carezco de elementos para corroborar tal percepción. A lo mejor, más que de terror es cine de misterio. Porque tras verla sigo sin entender cómo se logra hablar a Dios y que conteste. Desde la fe debe de ser más fácil que desde la razón. Y desde la vulnerabilidad, la autosugestión y el éxtasis, más que desde la duda sistemática.
