Comprad, comprad, malditos

En el anuncio, una pareja descubre que se han quedado sin pilas en casa. “Pídelas por Amazon y mañana mismo las tendrás”, propone el hombre. Boom. Me estalla la cabeza pensar que un objeto tan cotidiano y fácil de hallar se nos proponga comprarlo en la gran multinacional del comercio. No es la primera vez: en una campaña anterior, un padre, exhausto por los lloros de su bebé, encontraba la energía en un café que también compraba en la plataforma. De nuevo, un producto muy cotidiano.

17 - 11 - 2021 / Barcelona / Furgonetas de reparto - Tasa amazon / Foto: Llibert Teixidó

   

Llibert Teixidó / Archivo

Amazon quiere que lo compremos todo a través de ellos. Las pocas tiendas que quedan se quejan de que a menudo los clientes entran, miran, prueban y después se van a comprarlo online. Recordemos la enorme ventaja competitiva que tiene Amazon respecto al súper de barrio. No paga todos los impuestos en el país, se ahorra un montón de dinero en sueldos y seguros (de hecho, ahora despedirá a miles de personas en España, sustituidas por robots gestionados por IA) y, además, no asume riesgos como exceso de stock, accidentes… porque en realidad no se dedica al comercio. Es un simple comisionista: cobra de los que ofrecen sus productos en su web. Lo mismo que Uber o Glovo, o los que hacen subir el precio de las manzanas a más de dos euros desde que salen de casa del payés por pocos céntimos hasta que llegan a tu cesta.

Recordemos la enorme ventaja competitiva de Amazon respecto al súper de barrio

La UE quiere embridar las compras en plataformas que nos inundan con miles de productos de baja calidad, a menudo comprados por simple ansiedad, como confiesan los más jóvenes. Esta es la especialidad de las competidoras de Amazon, las chinas Temu y Shein. Se aprovechan de que por debajo de 150 euros el paquete no se pagan impuestos para vendernos cualquier cosa que llega en miles de millones de contenedores.

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Más allá de cuestiones medioambientales, de nuevo, es competencia desleal. Yo he visto grabaciones de los centenares de talleres donde se confeccionan las cosas que nos llegan por este canal. No desmerecen, trabajo infantil in­cluido, a la Inglaterra de la revolución industrial. Por eso, cada vez que ­alguien dice: “Me parece caro, me lo compraré en Amazon/Temu/Shein”, una costurera atada a su máquina piensa que quizá este mes sí que tendrá un día libre.

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