La dictadura digital

Nos creemos, más bien imaginamos, que somos libres. Y como sociedad, más avanzados, informados y más capacitados que nunca; sin embargo, estamos sometidos, se diría que cercados, por la dictadura digital. Todo está disponible a gran velocidad. Y el hombre, inmerso en una implacable ducha de información que ya no sabemos si es cierta o no. Cuando la vida cotidiana pasa a la realidad virtual o al revés, sobreviene la catástrofe. Contrariamente a como nos lo cuentan, la vida se complica. Y no debería. Hablamos con robots, y nos atiende –¡ay, qué gracia!– la IA, o sea, una máquina. Hay muchas personas que no podrán seguir. Mostrarse crítico o escéptico y beligerante, en un mundo en que todo va mucho más rápido que nosotros y que nuestra capacidad de asimilación, no debería considerarse una actitud subversiva. O quizá nihilista.

undefined

   

Guerchom Ndebo / Bloomberg

Creemos que el teléfono, las pantallas, las redes sociales, el WhatsApp y el resto de los engendros digitales nos facilitan el existir, y es al revés, ellos son los que nos utilizan a nosotros, es una colonización económica y social. Estamos en permanente control tecnológico. En realidad, nos someten a través del miedo y la ­indefensión añadida. Con la IA, la desinformación o, simplemente, como haría un aplicado publicitario, creándonos falsas necesidades. Todo va muy rápido, y el mundo es un inmenso contenedor de informaciones sin alma. A este paso, acabaremos, nosotros no, los más jóvenes, configurados de diferente manera y condición. Ni mejor ni peor, distinta. Insólita.

Lo que nunca diríamos cara a cara lo hacemos tras el escudo de una pantalla

Invade una sensación de vacío al ver a esos chavales uno delante de otro, cada uno con su móvil. Una imagen sin palabras. Nuevos tiempos. Y otro trato y una distinta manera de socializar. He llegado a ver grupos de diez o doce sin ni mirarse, en el fondo, muy solos con su móvil. La comunicación humana cambia. Por descontado que, con los correos electrónicos, los wat­saps, los mensajes y las pantallas se pierden los matices y la discrepancia. El diálogo desaparece. Y la lengua, la ortografía, la expresión y la salud se diluyen, se pierden.

Lo que nunca diríamos cara a cara lo hacemos tras el escudo de una pantalla. Nunca escribiríamos a mano los insultos y los bulos que se lanzan en la red. La impertinencia, lo soez y la mala educación gozan ya de una gran permisividad. ¿Y estos jóvenes a los que se les arrebata el flirteo, la imaginación y la fantasía y el deseo? Y la memoria incautada.

Lee también

El tiempo y las supersticiones

Joan-Pere Viladecans
Horizontal

Solo existe lo que está en la red. Las guerras son un juego de la Play. Y va a ser difícil que con todo este mapa extendido ante nosotros se produzca un milagro de ternura. Aunque sea digital. Humana.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...