Los ojos de tu asesino

Los ojos de tu asesino
Catedrático y exdecano de Filosofía de la UB

Estos días se cumplen diez años de los atentados de París. Terroristas de corte yihadista provocaron casi 600 víctimas con armas de fuego (130 mortales). Ha de ser terrible estar en un local cerrado, como el Bataclan parisino, y ver que te viene de cara un tipo con fusil para matarte­.

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Homenaje a las víctimas del 2015 en París 

Kiran Ridley / Getty

¿Qué se siente? Miras atónito a sus ojos, no puedes creer que vaya a descargar su arma en tu pecho; luego no sientes nada, y caes, con la mente a oscuras y un estrépito final en los oídos. Ver venir hacia ti al asesino ha sucedido también en los ataques de Hamas en Israel, con más víctimas aún que en París (unos 1.200 muertos). Eso es el terror. Y el miedo, después, de los supervivientes, a revivirlo. Claro es que también hay terroristas entre supuestos cristianos o hinduistas, por ejemplo. Recordemos el caso de las matanzas en el campamento de Utøya, en el gran hotel de Bombay y las tristemente periódicas en escuelas norteamericanas.

Por suerte no hay ahora en España miedo a un atentado terrorista. Aunque la policía está en permanente vigilancia ante esa posibilidad. Hubo los atentados de ETA, más los del islamismo en Madrid, Barcelona y Cambrils. Se generó, como es natural, un miedo postraumático. Pero luego ha habido una pérdida progresiva del miedo, como es natural, también.

Si el miedo nos hace vulnerables, la esperanza transmite fortaleza

El terrorismo nos somete a ciclos de miedo que luego se recuperan con la confianza. De otro modo, estaríamos siempre paralizados y cautivos de los asesinos. El miedo es, pues, una emoción elástica. Pero los regímenes totalitarios, como el terrorismo, valga la redundancia, quieren que exista el temor permanente. Hannah Arendt –50 años hoy de su fallecimiento– resumió el totalitarismo como una amalgama de ideología y terror. Por un lado, ideas fanáticas y que prometen seguridad. Por otro, el terror, que siembra el miedo y la inseguridad.

El miedo hace a la persona vulnerable. Acostumbrada a él, o la gente se vuelve histérica y fanática, o se muestra indiferente y apática. Lista, en ambos casos, para la sumisión al poder. El miedo es enormemente contagioso. Por ello conlleva la gestación de masas evasivas, aptas para ser manipuladas. Bien que lo sabemos, ante el actual estado del mundo.

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En Estados Unidos, y en todo Occidente, se tiene ahora miedo, no a una multitud, un partido o una banda, sino a un solo individuo. Pero contra la emoción del miedo está otra emoción básica: la esperanza. Si el miedo nos hace vulnerables, la esperanza transmite fortaleza. Es lo que odia el tirano. Que, a pesar del terror, alguien se sienta fuerte.

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