Tenía 21 años cuando murió Franco y trabajaba en el vespertino El Noticiero Universal. Mi aportación a la efeméride fue una crónica del funeral en la catedral, que no ha pasado a la historia del periodismo. La sensación en los rostros de los congregados era de perplejidad. Y ahora, ¿qué?, se preguntaban unos a otros. Nadie tenía la certeza de que a la muerte del dictador la democracia fuera a llamar a la puerta.
Carlos Arias Navarro se mantenía como presidente del Gobierno, un fiscal de sórdida biografía al que se conocía como “el carnicerito de Málaga”, por su represión en esta ciudad durante la Guerra Civil. Había la esperanza de un cambio, pero Franco se había muerto en la cama, con el único castigo infligido por su yerno, el marqués de Villaverde, que en calidad de médico de la familia había intentado alargar la dolorosa agonía del general en el hospital de La Paz. Tres operaciones en dos semanas llevaron a cabo los médicos en el cuerpo debilitado del enfermo, a quien se le acumulaban infartos y hemorragias.
El Congreso no condenó el franquismo hasta 27 años después de la muerte de Franco
Franco fue desconectado de los tubos que lo mantenían en vida la noche del 19-N de 1975. Algunos historiadores aseguran que se retrasó la noticia de su muerte para coincidir en fecha con José Antonio Primo de Rivera, hasta la madrugada del día 20. España no tendría una Constitución democrática hasta diciembre de 1978, pero lo más curioso es que el Congreso de los Diputados tardó 27 años desde el fallecimiento del dictador en condenar el franquismo. Al menos, la resolución se aprobó por unanimidad. Todos los grupos de la Cámara –PP, PSOE, CiU, IU, PNV, Coalición Canaria y los diputados del grupo mixto–, sin una sola excepción, votaron la condena de la dictadura franquista y el reconocimiento a las víctimas de la guerra.
Mañana se cumplen 50 años de la muerte de Franco y esa unanimidad que hubo en el Parlamento en el 2002 hoy no sería posible, con el resurgir de la extrema derecha. A veces parece que las nuevas generaciones que nacieron en libertad no son conscientes de lo que supondría su pérdida. Algunos han olvidado incluso aquello que el filósofo George Santayana resumió en una frase: “Recordar los errores del pasado ayuda a no repetirlos”.
