Jerusalén y Nuremberg

Lo que más me ha sorprendido en una reciente visita a Nueva York no fue ni el triunfo electoral de Zohram Mamdani, ni la metamorfosis del skyline de Manhattan, ni tampoco el árbol navideño del Rockefeller Center.

Lo más relevante ha sido ver el manuscrito original de Eichmann in Jerusalem. A report on the banality of evil , el libro que firmó la filósofa alemana Hannah Arendt (1906-1975) después de cubrir el juicio contra Adolf Eichmann para la prestigiosa revista The New Yorker .

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Scott Garfield/Sony Pictures Classics

El proceso contra aquel criminal nazi, celebrado en mayo de 1960, tras su secuestro por agentes del Mossad en Buenos Aires, dio pie a que Arendt escribiera su reflexión, “el mal proviene de un ­fracaso en el pensamiento y esa es la banalidad del mal”, todo un pensamiento filosófico sobre la ética, la moralidad y la obediencia que resulta crucial para entender el siglo XX.

El texto de Arendt, escrito entre 1961 y 1963, es una joya de la cultura contemporánea y allí está, en una vitrina, amarillento y viejo, lleno de correcciones a mano y perfectamente ordenado en el centro de la exposición A century of ‘The New Yorker’, en la Public Library.

El nazismo sigue despertando gran interés, pese a ser el régimen político más diabólico que jamás haya existido

Pero el de Jerusalén no fue el único proceso contra el nazismo. Quince años antes los aliados habían juzgado en Nuremberg a los jerarcas nazis en un proceso con vencedores y vencidos que sentó jurisprudencia por los crímenes de guerra.

Una nueva película sobre aquel juicio en Baviera nos acerca ahora a las conversaciones del mariscal Hermann Göring con el psiquiatra militar estadounidense Douglas Kelley en una de las veintidós celdas ocupadas por los cómplices de Adolf Hitler en la justizgefängnis –cárcel– de aquella ciudad alemana. Se trata de Nuremberg , un filme dirigido por James Vanderbilt, con Russell Crowe en el papel de Göring y Rami Malek, como el experto que debía certificar si los acusados estaban en condiciones de ser juzgados.

Jerusalén y Nuremberg… dos lugares antagónicos para reflexionar sobre un mismo problema nos invitan a pensar por qué el nazismo sigue despertando tanto interés, pese a ser el régimen político más diabólico que jamás haya existido.

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Y hay varias razones que podrían explicarlo: el lugar donde se desarrolló, Europa; el morbo; la estética; el hecho de que fuera un comportamiento extremo del ser humano; la radicalización de las posturas, y los medios de masas…, que siguen ofreciendo contenidos sobre aquel infierno, tratándolo a veces como un producto de consumo y con una cierta e inquietante… banalidad.

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