En la era del blanqueo, donde se intenta enmascarar a bandas terroristas y se justifican crímenes atroces contra la población civil, en España estamos asistiendo a un intento de difuminar la cruel dictadura franquista. Cincuenta años después de la muerte del dictador, el ‘pop franquismo’ es la adaptación a nuestro país de lo que se conoce como ‘pop fascismo’. No hace falta enumerar las consecuencias de los regímenes totalitarios, pero sí es importante poner pie en pared ante estos intentos de blanqueamiento que con las redes sociales se están multiplicando.
El escudo de los Reyes Católicos esculpido en el complejo monumental del Valle de los Caídos
Cuando se cumplen 50 años del final de una dictadura que debería avergonzar a la sociedad (en Alemania sería inimaginable esta situación), surge un franquismo sociológico que intenta trasladar una visión idealizada del régimen. Ir al Valle de los Caídos a hacerse una 'selfie' y subirla a la red social está de moda, aunque muchos ni siquiera saben por qué y quién lo construyó.
Las redes sociales tienen, en efecto, buena parte de culpa de esta desmemoria histórica que traslada que la dictadura no fue una etapa oscura, sino un momento de progreso y de reconciliación. Tal cual. En X, Instagram y TikTok se pueden encontrar comentarios de este tipo que harían dar un respingo a nuestros mayores.
Hay quien achaca la desinformación sobre el franquismo a la educación. La dictadura no se explica como se debería en las aulas y eso podría estar provocando, según los expertos, la moda del ‘pop franquismo’. En efecto, existe un punto ciego en el sistema educativo que no aborda cuestiones de trascendental importancia en este momento. Hay quien no sabe cómo se vivía con Franco y también hay quien no conoce qué hizo ETA o quién era Miguel Ángel Blanco. Es para reflexionar.
Un sondeo del CIS concluye que un 20% de los jóvenes considera que la dictadura en España fue buena o muy buena. Dicho en otras palabras, uno de cada cinco jóvenes responde que con Franco se vivía mejor que ahora. Resulta sorprendente comprobar cómo personas que nacieron en una democracia consolidada y que pueden disfrutar de una libertad envidiable admitan que no les importaría regresar a una época negra. Quizá no sepan qué pasó entonces o quizá es que nadie se lo ha explicado.
Detrás de esa nostalgia juvenil por el franquismo pueden influir factores económicos (es la vivienda, estúpido). Hay quien cree que hoy vive peor de lo que vivieron sus padres con su edad, lo cual directamente es una falacia, y por eso añora tiempos que alguien le ha contado que eran mejores. También pueden influir factores como la migración, el tema político de moda en la derecha. Pero para que esos factores aparezcan en la ecuación alguien tiene que confundirles.
Para hacer frente a este tipo de discursos involucionistas se puede recurrir a la prohibición. Pero aplicar la medida que ya puso en práctica la dictadura no es, ni mucho menos, la mejor receta. Lo que hace falta es seguir arrojando luz sobre los oscuros cuarenta años que duró el franquismo. Dice el clásico que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla. Cincuenta años después es hora de ampliar los vatios para que esa luz llegue a los jóvenes que consumen desinformación.