El buen periodismo resiste, pero no es fácil. La semana empezó con un momento glorioso para el oficio y lo protagonizó Mary Bruce, de la cadena ABC News, que le preguntó al príncipe heredero de Arabia Saudí, ante Donald Trump: “Su Alteza, la inteligencia de EE.UU. Concluyó que usted organizó el brutal asesinato del periodista Khashoggi en el 2018. ¿Por qué deberían los estadounidenses confiar en su persona? Y lo mismo para usted, señor presidente”.
Jamal Khashoggi era un periodista formado en Indiana, que trabajó en la Saudí Gazette, donde se mostró muy crítico con el régimen del país. Al sentirse amenazado, regresó a Estados Unidos y se convirtió en columnista de The Washington Post . Encontrándose en Estambul, fue a su consulado a fin de conseguir un documento para su boda, pero ya no salió: fue brutalmente asesinado por espías saudíes que, para hacerlo desaparecer, lo desmembraron.
No son buenos tiempos para el periodismo, cuando la verdad acaba bajo las alfombras
Trump le preguntó airado a la periodista para quién trabajaba, le reprochó que todo eso fueran fake news y le avisó que esperaba que le quitaran su licencia para trabajar. Además, amenazó a su medio con quitarle la acreditación para la Casa Blanca y concluyó: “A mucha gente no le caía bien este caballero. Son cosas que pasan”. El príncipe Bin Salman intentó apaciguar los ánimos: “Fue doloroso. Fue un gran error.”
La semana terminó con otra mala noticia para el periodismo. En el juicio al fiscal general del Estado, Alvaro García Ortiz, tres periodistas (del Diario.es , El País y la Ser ), dijeron haber tenido acceso al correo antes que el acusado. Fueron allí como testigos, así que no podían mentir. Como tampoco podían revelar su fuente porque se lo impide el propio código deontológico. El tribunal del Supremo no tuvo en cuenta su declaración claramente exculpatoria contra el fiscal que finalmente ha sido condenado sin pruebas concluyentes. Es más, el presidente de la sala le espetó a uno de ellos que no le amenazara, cuando expuso su dilema de no poder decir quién le filtró el e-mail, lo que podía hacer que se condenara a un inocente. Al magistrado Martínez Arrieta solo le faltó decir: “A mucha gente no le caía bien este caballero. Son cosas que pasan”.
