El presidente Pedro Sánchez está hecho para gobernar aunque algunas de sus virtudes serían defectos en la empresa privada. Tiene determinación –y si rectifica es de aquella manera–, olfato político para escabullirse de callejones sin salida y más vidas que un gato.
Dado que España vive días propios del repertorio de la zarzuela, a uno le viene a la cabeza La corte del faraón, cumbre del llamado género sicalíptico donde todo eran procacidades, dobles sentidos y picardías. Naturalmente, por escalafón en el reparto, Pedro Sánchez sería el faraón, el jefe de toda la vida en argot del pueblo llano.
Observando la conducta inapropiada de todo un fiscal general del Estado –¡a quién se le ocurre reproducir datos confidenciales como si fuese un reportero de La Verdad de Murcia!–, uno empieza a creer que la selección de personal es el punto débil de Pedro Sánchez.
Menuda racha lleva Pedro Sánchez con los suyos, que le dan más guerra que sus rivales
¿Le gusta al líder del PSOE que le lleven la contraria? No parece el caso, si uno repasa la lista de estrechos colaboradores metidos en tribunales, cuyas torpezas son de juzgado de guardia y dan que pensar sobre los valores que primaron en su elección. Incondicionales mucho, competentes...
Sorpresas te da la vida –y van...–, debe de pensar el presidente del Gobierno. En esta corte del faraón de la España del 2025, la justicia se las lleva todas, con la pinta de discretos que tienen. Al parecer, dictan sentencias sin base jurídica y si han condenado a dos años de inhabilitación a García Ortiz es porque les da la gana o son nietos de franquistas –¡qué envidia, otro gallo me hubiese cantado!– y no porque exista un artículo en el Código Penal, el 417.1, que tipifica una actuación indebida. Algo me dice, que el fiscal García Ortiz quiso quedar bien con el faraón a fin y efecto de garantizarse eso tan zarzuelero del agradecimiento a los “servicios prestados”.
El patio no está para más bromas ni perfiles dudosos y sería oportuno que el Gobierno afine con el nuevo fiscal general, no sea que buscando un forofo acabe ganándose un enemigo para el propio presidente, al que los suyos no paran de darle disgustos. Más que sus contrincantes.
