Shakespeare con guayabera

Shakespeare con guayabera
News Correspondent

A principios de los años setenta hubo quien quiso fundar una nueva dinastía franquista casando a una nieta del dictador con un Borbón, nieto de Alfonso XIII: la unión dinástica no prosperó. Supongo que esa ensoñación sucesoria reflejaba el deseo de las élites del régimen de perpetuarse en el poder a lo largo de varias generaciones. En eso el franquismo no se distinguía de otras dictaduras que, fueran nominalmente de izquierdas o de derechas, trataron también de retener el poder mediante la creación de nuevas dinastías. Fue el caso de los Duvalier, que gobernaron Haití entre 1957 y 1986, o el de los El Asad, dueños y señores de Siria durante medio siglo hasta que el año pasado fueron descabalgados del poder. Es todavía el caso de Corea del Norte, donde, después de casi ocho décadas, la tercera generación de la familia Kim sigue rigiendo los destinos de un país que oficialmente recibe el nombre de República Popular Democrática: ¡qué república tan peculiar, en la que el poder se transmite de padres a hijos como en la más vulgar de las monarquías!

Nicaragua's President Daniel Ortega and first lady Rosario Murillo greet supporters during celebrations to mark the 37th anniversary of the Sandinista Revolution at the Juan Pablo II square in Managua, Nicaragua July 19, 2016. Picture taken July 19, 2016. REUTERS/Oswaldo Rivas

 

Oswaldo Rivas / Reuters

Otra de esas ilustres dinastías oficiosas fue la de los Somoza, que gobernaron Nicaragua desde 1937 hasta 1979, cuando fueron derrocados por los guerrilleros sandinistas. Paradojas de la historia: cuarenta y tantos años después del triunfo de la revolución, uno de sus líderes, el octogenario Daniel Ortega, que ha ocupado la jefatura del Estado durante los últimos dieciocho años, podría estar pensando en fundar su propia dinastía. Al menos eso es lo que creen quienes aseguran que su sucesión solo puede recaer en su mujer, Rosario Murillo, nombrada copresidenta a comienzos de este año, o en alguno de los hijos de ambos: en fin, todo quedaría en casa. ¡De nuevo una república con ínfulas de realeza!

Quien quiera saber cómo fue la caída del régimen de Somoza tiene que leer las autobiografías de Sergio Ramírez (Adiós, muchachos) y Gioconda Belli (El país bajo mi piel), excelentes escritores ambos y figuras muy destacadas del sandinismo primigenio. En líneas generales, sus reconstrucciones de los años posteriores al triunfo de la revolución coinciden: el éxito de las campañas de alfabetización, el desacierto de la reforma agraria, la hostilidad de la administración Reagan. Si ninguno de esos dos libros habla de la actual deriva dictatorial del Gobierno Ortega-Murillo, de la que Ramírez y Belli son víctimas, es porque se publicaron cuando esa deriva solo empezaba a atisbarse. Estaría bien que añadieran algún capítulo a sus volúmenes de memorias y nos contaran cómo lo están ­viviendo.

Ortega y Murillo no pararán hasta eliminar a las figuras del sandinismo que no se han doblegado ante ellos

A comienzos del 2023, los dos escritores fueron arbitrariamente despojados de su nacionalidad. Con ellos corrieron la misma suerte otros tres centenares de opositores, reducidos también a la condición de apátridas y privados de sus propiedades, ahorros y pensiones de jubilación. Muchos de ellos habían vivido los sinsabores del exilio en los años más duros de la represión somocista y volvían a vivirlos ahora, perseguidos por Ortega y Murillo, antiguos compañeros suyos en las filas del sandinismo. Es el caso de Ramírez y Belli. Es también el caso de Ernesto Medina, que fue rector de dos prestigiosas universidades en su país y que, como ellos dos y como otro centenar de represaliados, ha acabado acogiéndose a la protección y la hospitalidad ofrecidas por el Gobierno español (que, por cierto, este mismo mes de noviembre ha dado amparo a otros doscientos cuarenta y cinco refugiados nicaragüenses procedentes de Costa Rica).

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Daniel Ortega y Rosario Murillo no se detendrán hasta conseguir la total eliminación de las figuras históricas del sandinismo que no se han doblegado ante ellos. Hace menos de dos meses, fue enterrado de forma clandestina y sin honores el que fue principal estratega del triunfo militar sandinista, miembro de la dirección nacional del FSLN y más tarde ministro de Defensa. Se llamaba Humberto Ortega, era hermano de Daniel y murió en prisión. Su delito había consistido en criticar los planes sucesorios de su cuñada, Rosario Murillo: primero ella, luego alguno de sus hijos… Cuando uno se entera de historias como esta, no puede sino pensar en Shakespeare y en la trágica y cruel relación que sus personajes establecen con el poder. Lo de Nicaragua tiene mucho de Shakespeare. Eso sí, de un Shakespeare con guayabera.

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