Cada vez que oigo hablar de jabalíes en Catalunya pienso en la familia de Walt Disney y en la de aquel profesor de instituto de Pineda, de 34 años, que perdió la vida en un accidente de tráfico causado por la irrupción de estos animales en una vía secundaria, en febrero del 2023.
La reacción de las autoridades a la tragedia, recabada en un Telenotícies, me impactó: todo, todo salvo reducir drásticamente la sobrepoblación en el Maresme, causa de decenas de accidentes. Entre las genialidades a modo de solución citaron importar unas rejas que se fabricaban en Estados Unidos –con pinta de costar un ojo de la cara– o reducir el límite de velocidad a paso de tartana.
Ya sé que no hay que demonizar al jabalí y mucho menos al jabato –sinónimo de valiente que ya no emplea ni el Tato–, porque lo están pasando muy mal y todo por zamparse bocadillos de embutido en lugar de restos de pizza.
El problema objetivo es que sobran jabalíes y faltan narices en el entramado administrativo para darles caza, esa actividad tan mal vista por las élites urbanas, que si ven un animal suelto en domingo –y lo graban– ya tienen el corazón contento y lleno de alegría.
¿Sobran jabalíes? Walt Disney ha cambiado el planeta más que cualquier estadista
Al parecer, hombres y animales nacemos con los mismos derechos, compartimos valores solidarios y solo nos distinguen las inspecciones de Hacienda. Una igualdad que debe mucho a Walt Disney, cuyo nombre debería figurar en el callejero de Barcelona, del mismo modo que Córdoba tiene un cementerio de nombre Nuestra Señora de la Salud.
¿Karl Marx, Churchill, De Gaulle, Freud, Secundino Gallego? El mundo actual no se entiende sin la obra de Walt Disney, un personaje tanto o más influyente que todos los citados porque humanizó a los animales y sigue transmitiendo, de generación en generación, esa visión beatífica de que si una boa te da una mala noche no es por mala leche, es por jugar.
El mundo según Walt Disney ha triunfado y no creo exagerar si escribo que ha influido más en el devenir de la humanidad que cualquier filósofo, político o economista que a usted le venga en mente. ¡Lo menos que podríamos hacer es dedicarle Collserola!
