En estas fechas prenavideñas un montón de gente ya se ha puesto las pilas para que luzcan por toda Catalunya una cincuentena de belenes vivientes y una setentena de grupos en funciones de Els pastorets. En La Llacuna se había montado el belén viviente en la plaza Major hasta el 2009 y este año un grupo de entusiastas voluntarios se han propuesto recuperarlo. Se representará los días 20, 21 y 27 de diciembre en Cal Magí Ferriol, una masía que el Ayuntamiento ha recuperado para el pueblo. El patio y las diversas estancias que antiguamente albergaban el gallinero, los conejos, las cuadras, donde se prensaban las aceitunas para hacer aceite y la uva para hacer vino... Acogerán los quince cuadros. El entorno ya da muchos puntos a la ambientación.
Marian, una de las organizadoras, hizo un llamamiento: “Falta gente para tostar pan”. Pues vamos, dijimos con los amigos, porque nosotros de angelitos no nos veíamos, pero para tostar pan y llenar porrones creo que sí que podemos servir. Y la sorpresa fue que, pese a no ser figurantes del belén, teníamos que ir vestidos como el resto de los personajes. Como las lavanderas, los que hornean el pan, los carpinteros, el herrero: todos vecinos de Belén.
La Llacuna recupera el belén viviente y Virtudes viste a todos los vecinos de Belén
Así que el domingo nos presentamos en casa de Virtudes. Nos recibió en el garaje con esa alegría que la caracteriza y nos dijo que cada uno debía escoger su túnica. A un lado, la máquina de coser, que estos días echaba humo: “Eso es un tanque, tiene más años que Matusalén”. Ha confeccionado una sesentena de prendas, entre túnicas, trajes de ángel, zamarras para pastorcillos y pastorcillas, adornos para los sabios de Oriente... Al otro lado, una barra larga llena de perchas con túnicas de tonos terrosos. Hay ropa de todas las tallas, para altos y bajos, gordos y flacos. “Yo cosía sin saber quién vendría. Todo a ojímetro, sin patrones”, confiesa risueña Virtudes.
El garaje se transforma en un probador muy animado. Coincidimos con Marta, que será la mujer del cántaro y elige una túnica verde. Virtudes le coloca con gracia el pañuelo en la cabeza. ¡Está preciosa! “Abrígate bien debajo, que tu papel es muy estático”, le dice. Núria, que venderá entradas, se prueba la túnica encima del anorac para asegurarse de no pasar frío. Los tostadores de pan también nos engalanamos con túnicas, pañuelos y unos bufs muy calentitos, hechos con trozos de jerséis viejos.
Se nos va la vista hacia una tela muy bonita. “Esa es para san José”, salta la supermodista, pero no suelta prenda de quién va a lucirla. Y añade: “Solo falta el caganer, que todavía no lo tenemos”. Como quien oye llover, salimos del garaje cargados con las vestimentas.
