A cualquiera le llaman valiente hoy en día. También cualquier cosa se califica de tabú. El último valiente mediático, aplaudido en algunos foros por el mérito de romper un supuesto tabú, es Juan Soto Ivars, autor del libro Eso no existe (Debate). En el ensayo intenta demostrar que las denuncias falsas por violencia de género en realidad abundan y “destrozan la vida” de miles de hombres.
Sillas vacías con los nombres de víctimas en memoria de todas las mujeres y niños que han sufrido la violencia machista y vicaria durante este año en España
De entrada, hay que reconocer a Soto Ivars su intuición. Deduzco que sabía que un libro así se recibiría como una verdad revelada en ciertos ambientes y así está siendo, porque hay una clara ventana de oportunidad en estos momentos para cualquiera que quiera reforzar su posición pública tirando de antifeminismo. El ensayo, desde que se publicó, se sitúa entre los más vendidos en España. ¿Quién se lo está llevando? Podemos imaginar. Rebotados contra lo que el mismo autor llama “feminismo de Estado” (una pista para distinguir a un propagandista del sexismo de nueva ola es que va a inventarse categorías de feministas bien y feministas mal), personas que creen que las mujeres, en general, han ido demasiado lejos, gente que tiene un amigo que tiene un cuñado cuya exmujer “es una bruja” que le denunció para quedárselo todo y no le deja ver a los niños. Menuda lianta.
Un ensayo establece categorías entre las maltratadas buenas y las maltratadas malas
Además de distinguir entre feministas buenas (algunas habrá) y feministas malas, en sus entrevistas de promoción Soto Ivars también está estableciendo categorías entre las maltratadas buenas y las maltratadas malas. Las buenas, nos instruye, las que son como Ana Orantes, en realidad apenas denuncian. Las malas son las otras. Mujeres que a lo sumo han vivido una situación de violencia recíproca en pareja y están aprovechándose de una ley que él cree mal diseñada para vengarse de un ex.
Se tardó décadas en construir un sistema de protección legal y en proponer un relato público distinto sobre la violencia de género, en sacarlo de las casas y situarlo como lo que es, un crimen específico y un problema social de primera magnitud. Todo eso es frágil, y más nuevo de lo que parece. Un discurso cruel y oportunista como el de Soto Ivars desmonta años de esfuerzos. A cualquiera lo llaman valiente.
