Cuántas películas hemos visto en las que la tensión militar provoca que un soldado u oficial inicie un ataque que termina siendo contraproducente? Se me ocurren tres: The Bedford incident (1965), Apocalypse now (1979) y Crimson tide (1995). Pero hay muchas más… Un último ejemplo: Rules of engagement (2000).
Hollywood nos ha llevado a esos puestos de mando en submarinos, acorazados, gabinetes de crisis o centros de control nuclear donde la tensión desencadena ataques prematuros que acaban en desastre.
Pero lo que en la pantalla es tensión dramática, en la realidad puede tener consecuencias trágicas. El pasado 2 de septiembre, el ejército estadounidense atacó con misiles una lancha de narcotraficantes venezolanos en el Caribe, que dejó muertos y supervivientes. Pocos minutos después, un segundo ataque acabó con la vida de quienes no murieron en el primer zarpazo militar. En escenarios bélicos está prohibido atacar a los náufragos de los bombardeos y hundimientos de embarcaciones.
Algunos congresistas consideran ahora en Washington que el segundo ataque constituye un crimen de guerra; mientras que otros sostienen que fue una acción legal, dado que las autoridades civiles –el presidente Donald Trump y su secretario de la Guerra, Pete Hegseth– han adaptado la doctrina militar a la lucha contra los cárteles.
Un doble ataque en el Caribe enciende una polémica moral, política y militar en Washington
El almirante Frank M. Bradley, señalado como responsable militar del polémico doble ataque, ha defendido su legalidad ante el Congreso argumentando que los supervivientes constituían un “objetivo militar legítimo”.
En el momento del ataque, en el Pentágono se vivía una situación especial. En la junta de jefes de Estado Mayor se asumía que era cuestión de horas que Trump rebautizara el Departamento de Defensa como Departamento de Guerra. Y aunque el Congreso debe autorizar el cambio de nombre, en las esferas del poder ejecutivo y militar y en la web war.gov ya se está utilizando la nueva nomenclatura.
El almirante Bradley podría ser el responsable directo del ataque, pero sería un error verlo como el único culpable. Cuando la política y la tensión militar se cruzan, las decisiones humanas pueden ser letales. Y en ese escenario, todos los actores del poder deberían rendir cuentas, no solo el almirante Bradley.
