Hemos entrado en esas fechas tan entrañables de la caza del regalo. Al parecer, existe el arte de regalar y, en consecuencia, la humanidad se divide entre los artistas del regalo que aciertan siempre y los penitentes que no dan una, se agobian pronto y antes de enloquecer terminan por soltar:
–¿Y qué quieres que te regale?
–¡Nada! ¡Tengo de todo!
Naturalmente, no existe en el mundo una sola persona que tenga de todo. ¿Estamos ante una muestra de prudencia y tacto? Yo más bien creo que se trata de una venganza de quienes, a sabiendas de que no se van a librar de una birria de regalo, se permiten la crueldad de complicar las cosas al prójimo.
La pregunta se estila mucho entre hijos que consultan al padre o a la madre –más bien esto último– a fin de preservar el efecto sorpresa que, intuyo, es inherente al arte de regalar (sin relación con el arte filial de dar disgustos).
Si cuando murió Diana de Gales en la madrugada de un domingo de agosto en París, la esposa del presidente Chirac respondió al teléfono que cómo iba a saber ella dónde dormía su marido, no debería extrañarnos que el o la interpelada ignoren la respuesta.
No hay que confundir el arte de regalar con el arte de atracar de El Tempranillo
Sin embargo, lo habitual es sacarse un as de la manga.
–Tu padre dice que no necesita nada, pero yo creo que le haría ilusión un balón de reglamento.
–¡Mira que es raro este hombre!
En el supuesto de que el consultado sea el padre, algo me dice que la respuesta puede ser socrática.
–Si lo supiera, estaría yo aquí...
Como venganza, hay hijos que optan por dar un escarmiento a los padres y les obsequian con “experiencias”, confundiendo así el arte de regalar con el arte de Jose María El Tempranillo, que cuando despojaba a las damas de sus anillos el muy bandolero les decía que “una mano tan bella no necesita estas alhajas”.
De esta manera y por soltar aquello de que “no necesita nada”, matrimonios con lustros terminan un fin de semana compartiendo jacuzzi en un hotel de la sierra, participando en un taller de cerámica por parejas a horas intempestivas o asistiendo a una función de magia el día y la hora en que el Barça se juega la Liga.
