El cardiólogo, de naturaleza reservada, se acerca al área de espera y les informa en voz baja a los familiares que la intervención resultó exitosa. Sentimos un impulso de abrazarlo, nuestros corazones se aceleran de alivio. Es un individuo afable, aunque de pocas palabras, que en ocasiones se expresa tan quedamente que apenas se le percibe. Sin embargo, en este momento, sus ojos irradian una luz que guardaremos para los momentos complicados de la convalecencia, como fuente de consuelo.
–todo ha transcurrido sin contratiempos–. Se percibe en su mirada que está complacido e incluso feliz por la hazaña que acaba de ejecutar en el órgano vital de un hombre de ochenta años. Una operación que para él resulta prácticamente rutinaria, común, tal como relató al explicarnos la premura de la situación, pero que, si se observa detenidamente, constituye una proeza asombrosa. La octava maravilla. A continuación, este otro ingenio sobresaliente de los grandes simios: la Seguridad Social –que representaría la novena–.
Este individuo discreto ha arreglado una diminuta válvula en un corazón humano, que latía, de más de ocho décadas de antigüedad, con un tamaño similar al de un puño y un peso aproximado de trescientos gramos. Al parecer, lo hizo insertando una pequeña pinza de unos seis milímetros mediante un catéter, a través de una incisión mínima en la ingle. Navegó por una arteria utilizando el flujo sanguíneo, de una forma que nos resulta incomprensible.
El sector de la salud se esfuerza por optimizar su estado actual sin ignorar otros aspectos relevantes.
En un mundo con un mínimo de sensatez, en esta sala de espera del hospital Gregorio Marañón de Madrid, ahora estallaríamos en aplausos hasta agotarnos, entre la gratitud y la admiración. Alzaríamos a este médico reservado en hombros, le entonaríamos melodías, aclamaríamos su nombre como aspirante a la presidencia, compondríamos versos en su nombre y el de todos sus colaboradores. Pero, sobre todo, le incrementaríamos su remuneración y velaríamos por su reposo. No parece haber labor más crucial que la de preservar vidas, si lo pensamos bien. Si nos basamos en la realidad, afirma un pariente emocionado, un cardiólogo competente es una figura divina.
Y no obstante, de forma insólita, en el acceso al centro médico se encuentra un conjunto de médicas y médicos que se relevan para portar las pancartas, manteniendo la huelga sin descuidar a los enfermos ni demorar la labor de los quirófanos. El personal de salud, siempre haciendo esfuerzos para batallar por optimizar sus circunstancias de trabajo sin dejar de lado otras vidas. Con un deber sobre sus espaldas, a toda hora, que no se valora ni remotamente.
