La gata humanizada

La gata humanizada
Editorial Team

Mi gata se está humanizando: ha empezado a destrozar su pequeño mundo. Se trata de la caja de zapatos que más quiere, donde veía pasar las horas acurrucada en plenitud felina. Da cosa verla ahí dentro, arrancando a mordiscos el cartón que cobija su cuerpecito. Pronto no quedará nada de su cuna favorita y tendrá frío. Demasiados años viviendo con personas, sin un referente felino que le devuelva la sensatez. Ya le habíamos notado conductas muy nuestras, fijaciones sin sentido. Esa obsesión por vaciar el segundo cajón del escritorio, solo ese, absurdamente, sin importarle su contenido, por fastidiar. Es inquietante verla rondando el mueble, loca perdida. Encontrarla en plena noche con los ojillos rojos, como poseída por un demonio, vigilando la puerta que cerramos para proteger algún nuevo objeto de su deriva destructiva. Y ahora su propia caja adorada, camino de la desintegración.

Liza es una gata de pelaje blanco y negro de 15 años de edad

 

Clarín / Pixabay

Nosotras comemos frente al telediario, medio atragantadas, oyendo los mordiscos de la gata en el cartón, unos crujiditos secos y asesinos. Las noticias internacionales son muy bestias, y nos viene a la cabeza la teoría de la domesticación humana de Yuval Noah Harari que leímos hace una década. La idea de que los humanos nos habríamos domesticado a nosotros mismos, a lo largo de los siglos. O algo así. Como lobos o gatos salvajes, convertidos en mascotas. Recordamos que el historiador asociaba la domesticación a una especie de infantilización. 

Demasiados años con personas, sin un referente felino que le devuelva la sensatez

Un aniñamiento colectivo que tiene el inconveniente de disminuir el pensamiento crítico y la paciencia. Y la ventaja de dulcificar y amansar el carácter. Además de crear leyes y cárceles que van apartando a los especímenes violentos del grupo. Como el lobo aniñado se transforma en un dócil y amoroso perro, esta humanidad infantil abría la posibilidad de un futuro cariñoso, juguetón y pacifista.

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No pensamos que la balanza se inclinaría tan rápido hacia los peores atributos de las mentes infantiles, ese lado insaciable, irresponsable y estúpido. No imaginamos que los niños más violentos del patio del colegio terráqueo acabarían, absurdamente, tomando el mando de los ejércitos y las bombas para adultos. Y aquí la gata humanizada mordisquea los últimos pedazos de su caja con una carita que hiela la sangre.

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