No se trata de clasismo ni de xenofobia, sin embargo

Desde siempre, ha habido familias que optaban por la escuela concertada (la privada potenciada con fondos públicos) para ejercer la selección social. Al pagar esta cuota no oficial, creían que su hijo no tendría que relacionarse con ciertos tipos de alumnos. Esos 200, 300 o 500 euros al mes nos distanciarán de los niños más desfavorecidos del vecindario. Quienes, en numerosas ocasiones, también son los menos caucásicos.

Niños y padres hacen cola para entrar al colegio el primer día, a 9 de septiembre de 2024, en Madrid (España). La Comunidad de Madrid comienza esta semana el curso escolar 2024-2025 con 64.435 docentes al sumar 1.394 profesores nuevos a las aulas y 1.267.286 alumnos, un 0,4 por ciento más.  Del total de los alumnos madrileños que comienzan este curso, el 81,7 por ciento acudirá a centros educativos sostenidos con fondos públicos. ‘Por la vuelta al cole’ los autobuses de la EMT serán gratuitos hoy y mañana.

 

Fernando Sánchez/ Europa Press

La novedad es que en Catalunya ahora es posible hacer eso y llamarse de izquierdas. Con un poco de gracia argumental, uno puede incluso victimizarse y recoger adhesiones. Son todo ventajas.

Catalunya: escuela social progre

Hace poco, el humorista Magí Garcia detalló en el podcast L’Arrabassada el camino que recorrió para matricular a su hijo en una escuela concertada. Evaluó diversas instituciones y se decidió por la “más catalana”. No especificó las tácticas que empleó para evaluar el grado de catalanidad de cada establecimiento. Garcia profundizó en el spin: “Se ha privatizado el derecho a una educación plenamente en catalán”. Una falsedad de considerable envergadura que ofende particularmente al profesorado de la educación pública, quienes laboran en las aules d’acollida, , posiblemente el entorno donde más y mejor se fomenta la continuidad del idioma catalán.

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Sus comentarios suscitaron la discusión y, sorprendentemente, fueron bien recibidos por la extrema derecha aliada. El medio digital E-Notícies tituló de la siguiente manera: “La izquierda woke se da cuenta de las consecuencias de la inmigración masiva en las escuelas”. Vilaweb difundió un artículo apoyando a Garcia con diversos puntos de vista favorables. Una madre de nombre Carmina expresó lo siguiente: “Temíamos que, en la pública, por el porcentaje de alumnos venidos de fuera, la lengua de socialización entre los niños sería el castellano. No es cuestión de xenofobia ni de clasismo”. A Carmina solo le faltó iniciar su comentario con una expresión común: “Yo no soy racista, pero”.

Asisto con frecuencia a una escuela pública que no satisface las expectativas de Carmina. La semana pasada, alumnos de siete años, hijos de padres originarios de Perú, Bolivia y Marruecos, me compartieron conocimientos sobre reptiles y anfibios en un catalán elocuente y lleno de vida. Si fueran conscientes de que existen personas que desembolsan dinero para que sus hijos no interactúen demasiado con ellos (solo lo indispensable), no lo comprenderían en absoluto. Ni yo tampoco.

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