Las Claves
- El panettone, un dulce italiano, es visto como una tortura que invade las celebraciones navideñas.
- Su gran tamaño incomoda a las personas que viven solas, ya que requiere varios comensales.
- A pesar de su ligereza y presencia festiva, su frescura y el apetito del comensal disminuyen con el tiempo.
- El autor rechaza la idea de que el panettone deba coexistir con los turrones, considerándolo vanguardista y exigente.
Las magdalenas evocan la niñez. ¡Y los donuts, la merluza rebozada y Tintín! Lo que no me trae recuerdos de la infancia es el panettone, esa tortura que Italia, Dios y alguna amiga generosa envían a los divorciados por estas fechas para que no nos sintamos solos y compartamos el bizcocho hasta los idus de marzo, sin interrupción.
No tengo objeciones con el panettone, el tiramisú —otra calamidad— o el presidente Mattarella, pero me cuestiono qué he hecho yo para merecer que el panettone se haya integrado en nuestras tradiciones con la presunción de quien se instala permanentemente, como si fuera el invitado del sevillano.
Desde el principio, el panettone ataca los cimientos de las familias de una sola persona y representa una injusticia, ya que su tamaño requiere al menos tres comensales, similar a una pareja casada. No existe adversario insignificante ni panettone individual.
Los admiradores del postre italiano resaltan su ligereza y su presencia apropiada en la mesa de Navidad, comparable a la de Quim Monzó en el ámbito periodístico y Juan Belmonte en el mundo taurino.
Pasé un período con un panettone sumamente esponjoso al principio, pero conforme nuestra convivencia se prolongaba, él perdía su frescura y yo, mi apetito.
Me deleité con un panettone esponjoso por varias semanas, pero conforme pasaba el tiempo...
–Mojado aguanta y está rico...
Parece que era necesario darle una nueva oportunidad e incluso una tercera vida, sumergiéndolo en el café con leche, con el atractivo de que alguna pasa confitada emergiera. Éramos pocos y la abuela dio a luz...
Gracias a la promoción transalpina y a sus envases vibrantes, el panettone introduce un toque de novedad en las celebraciones y resulta atractivo de inmediato, similar a esos novios novatos que se presentan ante los suegros en las comidas de Navidad sin excusas de alergias, dietas veganas o urgencia por escapar con la hija de la familia tan pronto el abuelo rememora la primera aparición de Cruyff en el Camp Nou.
Nadie afirma que los turrones y los panettones no puedan coexistir, simplemente que los primeros se presentan como sencillos y los segundos como vanguardistas, pareciendo requerir una sumisión total. ¡Eso no ocurrirá en mi hogar! Si no cabe una paletilla por cuestiones de espacio, sin duda entrará un panettone...
