Las Claves
- La mierdificación describe cómo las empresas reducen la calidad de servicios tras fidelizar clientes con precios inicialmente bajos.
- Esta tendencia afecta a aerolíneas y gigantes tecnológicas que im
Uno de los términos más destacados de los últimos tiempos, en inglés, es enshittification. Se trata de una expresión novedosa que carece de una traducción sencilla, y asumo que por tal motivo no se ha extendido mucho en español. Teóricamente, su equivalente sería enmerdamiento, no obstante enmerdar se refiere a cubrir de suciedad, y este vocablo no expresa exactamente eso. Su sentido es el de reducir la calidad de los bienes. Yo preferiría verterla como mierdificación, pues considero que resulta más ajustada, aunque quizás a quien lee se le ocurra una opción más adecuada.
Este término define una dinámica que, actualmente, ya nos parece sumamente conocida a todos. En exceso. Desconozco si la iniciativa surgió de las aerolíneas low cost o si provino de las gigantes del sector tecnológico, no obstante, se ha transformado en una tendencia habitual. Nos brindan una prestación a costes irrisorios y, una vez que hemos caído en la trampa y estamos fidelizados, empiezan a reducir el nivel del servicio y a exigirnos pagos adicionales por elementos que previamente venían integrados.
Dentro del sector de la aviación comercial, esto se traduce en abonar importes cada vez mayores por las maletas, el equipaje de cabina, el acceso preferente, la selección de butacas, y demás. En el ámbito de las grandes tecnológicas, implica asimilar una carga publicitaria creciente o adquirir una suscripción prémium para disfrutar de ventajas que antes se incluían en el plan estándar. La táctica reside en desplomar los precios, atraer a los consumidores y, tras captarlos, obtener beneficios de ellos mediante cualquier método disponible.
Esta tendencia impacta progresivamente a un mayor número de artículos y ámbitos de nuestra existencia, dado que las corporaciones que lo ejecutan, las gigantes del sector tecnológico, ganan terreno continuamente y debido a que diversos negocios adicionales, incluso los más tradicionales, han detectado la estrategia y comienzan a replicarla. ¿Acaso no existen marcas de automóviles de alta gama que exigen un pago periódico por la modalidad más avanzada del GPS?
Sin embargo, dicha tendencia se está propagando hacia diferentes ámbitos. Por citar un caso: ¿no está Estados Unidos degradando la OTAN? Nos reclaman que todos incrementemos la inversión militar –asumiendo que aguardan que se destine a equipos de Estados Unidos– mientras brindan cada vez menor protección. El compromiso de auxilio mutuo del artículo 5 del Pacto Atlántico ha perdido nitidez, por lo menos en Washington. Para concluir, Trump recalca que Estados Unidos requiere Groenlandia (lo cual implica que no solo rehúsa proteger a un socio, sino que pretende arrebatarle una región con la que guarda un vínculo histórico sumamente particular).
La disputa entre las poderosas compañías de tecnología de Estados Unidos y Bruselas podría resultar sumamente ruidosa.
¿Representará esto el mayor conflicto del año entrante? Me resultaría una locura que Estados Unidos se hiciera con Groenlandia, mas no es algo que deba descartarse. La Administración Trump está omitiendo tantas reglas y traspasando tantos límites que no me resultaría extraño. Sin embargo, si tuviera que arriesgar mi capital, optaría por un enfrentamiento severo entre Bruselas y Washington ante la resistencia de las gigantes tecnológicas a acatar las leyes europeas.
Lo que está en riesgo es inmenso. Si Bruselas no consigue que las corporaciones tecnológicas de gran tamaño bloqueen los discursos de odio en las plataformas digitales, que acaten la legislación europea sobre privacidad de la información y que se ajusten a las regulaciones de mercado, el panorama será desolador. Dichas plataformas tienen el potencial de arruinar la armonía social y debilitar nuestros sistemas democráticos.
No obstante, estas empresas han cooptado a la Administración Trump y disponen de entera autonomía para obrar a su antojo en Estados Unidos, pues comprenden que si acatan las leyes europeas no solo deberán sacrificar parte de sus réditos futuros, sino que además existe el peligro de que se intente aplicarles trabas similares en ese territorio.
El enfrentamiento podría resultar demoledor. Bruselas no tiene la opción de abandonar su facultad de regulación, ya que representaría un desastre. Y las compañías tecnológicas se negarán a retroceder. Existen intereses económicos inmensos en disputa. Asimismo, se han integrado de tal forma en nuestro día a día que poseen un enorme poder de presión. Si deciden desconectarse y suspender las prestaciones digitales, el perjuicio causado sería considerable.
Tiempo atrás, habría dado por hecho el triunfo de Bruselas. Hoy en día mi convicción ha flaqueado. Sea como sea, independientemente de quién venza, el desenlace podría terminar en una profunda mierdificación.
