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Parque cerrado
Eran las ocho y media de la tarde. Subí al parque Joan Brossa, en Montjuïc, con la idea de pasear y me cortaron con un “¡perdón, señor!, el parque se encuentra cerrado”. Sin embargo, justo delante de mis ojos, el histórico edificio modernista Esfèric celebraba una fiesta privada. Las puertas abiertas para los invitados, música alta, cava, trajes, múltiples idiomas y carteles de una gran empresa. El parque público seguía allí, pero no para nosotros, los vecinos. No es la primera vez que ocurre.
Víctor Oliveira Cobucci
Barcelona