Acabo de pasar una estupenda semana en Val d’Aran. Caminatas por senderos inesperados, cascadas, lagos, iglesias románicas, buena comida y mi perro, feliz de la vida. Quise buscar una librería en la que encontrar algún solaz de lectura, cualquier cosa que satisficiera mi curiosidad. No lo conseguí; no encontré una sola en todo el valle. Comprendo que la gente va para otro tipo de entretenimiento.
Alguna institución debería poner los medios y fondos para instalar una buena librería en la que poca gente entraría, pero mucha saldría satisfecha con un ejemplar debajo del brazo. Esa sería una inversión cultural de mérito, siempre y cuando nadie cediera a la tentación propagandística de vender solo libros en catalán para hacer patria. Un esfuerzo cultural razonable incluiría la ruinosa venta de ejemplares en aranés, catalán, castellano, francés e inglés. A Val d’Aran acuden visitantes desde todos los rincones. Algunos leerán.
Cordialmente,
Fernando Schwartz
Palma