La elección democrática de nuestros representantes tiene un punto débil; para optar a ser presidente, diputado o alcalde hay que postularse, es decir, que se desee y se ambicione. Y no siempre la ambición y deseo de poder se acompañan de mejor capacidad de gestión del bien común. A menudo significa mayor ego.
¿Cómo podríamos lograr que nuestros representantes fueran los más capaces y no los más vociferantes?
Josep Fiol Belart
Suscriptor Barcelona
Mostrar comentarios