La pajita loca de Donald Trump

El Burladero del Lector

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La política internacional del presidente estadounidense se basa en la idea del “puede que sí, puede que no”

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Corren por internet y las redes sociales tutoriales del juego de la pajita loca, cuyo objetivo es hacerla girar a la máxima velocidad posible pero sin tocarla. Es como una metáfora de la política internacional instaurada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que se basa en la única certeza de la conveniencia de sembrar incertidumbres y, si puede ser una tras otra, mejor. Tanto es así que su lema favorito es “puede que sí, puede que no”, con las Bolsas subiendo y bajando según sopla el viento trumpista. A su voz. A su orden.

Por lo tanto, no es extraño que, cuando le preguntan a Trump si EE.UU. se va a sumar a los bombardeos de Israel contra Irán, responda: “Puede que lo haga o puede que no”. No sabemos todavía a ciencia cierta si tiene pensado algún plan para Irán, al estilo de la urbanización de lujo en que quería convertir Gaza. Lo importante es que la pajita loca se mueva y se mueva, pero sin tocarla. Y es que en las filas trumpistas también hay facciones. Así que Trump un día parece que va para una dirección y, al otro, va por el carril contrario. Es como sus aliados y amigos, que pueden dejar de serlo de un momento a otro. Puede que lo sean o puede que no lo sean, como en el caso de Elon Musk.

Hasta ahora hemos aprendido que la táctica de Trump es primero lanzar la amenaza y, sin llegar a ejecutarla, después, recoger posibles beneficios. Ha sacado pecho de esta táctica con los aranceles, por ejemplo. Pero, aún no sabemos si verdaderamente EE.UU. va a anexionarse Groenlandia o no. Puede que lo haga o puede que no. Por su parte, el primer ministro canadiense, Mark Carney, ya le dijo que “Canadá no está en venta”, a lo que Trump le respondió al estilo de la pajita loca: “Nunca digas nunca”. Es decir, puede que lo haga o puede que no. Así es el presi de los USA, si al final se concreta algo de lo que dice, se apunta el mérito; y, cuando sus palabras quedan en nada, no sabe no responde, no va con él. 

Ahora ha hecho que la pajita se mueva locamente a favor de Rusia, porque quiere a Vladímir Putin en el G-7. Es decir, en lo que sería el G-8, aunque en este club de las economías ricas ya hay tantos invitados que deberían cambiarle el nombre. Según Trump, con los rusos ahí metidos “no tendríamos guerra”. Y eso que Rusia fue definitivamente expulsada en el 2014 tras su anexión de la península de Crimea, el antecedente a la invasión a gran escala de Ucrania, que se produjo en el 2022. O sea, ya se ha demostrado que los rusos estén o no estén en el G-7 no evita conflictos. 

Pero, si compráramos esta idea de pajita loca de Trump, podríamos preguntarnos: ¿Por qué no se admite entonces a Rusia en la OTAN ya puestos? Y, también, podríamos reflexionar sobre el hecho de que Rusia es un país miembro de la ONU y formar parte de una organización como Naciones Unidas tampoco impide las guerras, ni siquiera las para. Y, si no, que se lo digan a los ucranianos. Y a los palestinos. Y a tantos otros.

“Paz, dignidad e igualdad en un planeta sano”, es el lema que esgrime ahora la ONU. Suena a utopía, cuando proliferan guerras en este siglo XXI y cuando parece que lo del cambio climático ya no va con (casi) nadie. A la humanidad solo le quedan tres años para contener el calentamiento en 1,5ºC, nos ha alertado esta semana la comunidad científica, casi el mismo tiempo que le resta a Trump de mandato en la Casa Blanca. ¿Podrá aguantar tanto tiempo el planeta?... Solo la pajita loca lo sabe. Puede que sí o puede que no.

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