* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Comparto estas fotografías en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia, tomadas en el madrileño cementerio civil de la Almudena, donde entre una pléyade de personajes del librepensamiento y de la lucha por la libertad, reposan dos egregios sindicalistas que llevaron vidas paralelas en su honestidad y que son ejemplo en la brega por la conquista de los derechos de los trabajadores y las trabajadoras. Me refiero a Marcelino Camacho y Nicolás Redondo.
En una de las imágenes se puede apreciar, en primer término, la tumba de granito de Camacho y tres más allá la de mármol blanco de Redondo.

Tumba de Marcelino Camacho en la Almudena.
Marcelino Camacho fue fundador y primer secretario general del sindicato de Comisiones Obreras (carné nº 1 de CC.OO.), amén de diputado comunista, de lo que dimitió por desacuerdo con las normas laborales elaboradas por el Parlamento con el apoyo del PCE.
Participó en diversas movilizaciones como las de contra la OTAN y las de a favor de los estudiantes. Pasó nueve años en la cárcel de Carabanchel bajo el régimen franquista por sus actividades sindicales y fue indultado del famoso proceso 1001 en el que fueron juzgados los principales dirigentes de CC.OO. a finales de 1973.

Detalle de la tumba de Marcelino Camacho en la Almudena.
En su tumba, en la que está enterrado con su esposa Josefina, se puede leer su célebre frase: “Ni nos domaron ni nos doblaron ni nos van a domesticar”.
El otro destacado sindicalista y defensor del movimiento obrero que descansa en ese camposanto es Nicolás Redondo, quien fuera secretario general del sindicato de la Unión General de Trabajadores (UGT) desde 1976 a 1994, año en el que se retiró, dejando su actividad política y sindical.

Tumba de Nicolás Redondo, en la Almudena.
Fue también importante miembro del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), partido este al que, siendo presidente del Gobierno Felipe González, le plantó cara con tres huelgas generales (junto con CC.OO.) y del que renunció a su escaño en desacuerdo con la política laboral de Felipe González, tras votar en contra de los Presupuestos Generales del Estado para 1988. Fue detenido y procesado en diversas ocasiones por la dictadura franquista. En su tumba se puede leer: “Hay que poder mirarse al espejo sin avergonzarse”.
Ambos sindicalistas fueron amigos en vida, y en muerte reposan casi tumba con tumba en el cementerio civil, solo separados por dos sepulturas entre medias, donde descansan, con la conciencia tranquila juntos para la eternidad.

Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, en la Almudena.
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