* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Celeiro es mar. Casi con toda seguridad más de dos milenios viviendo de la pesca. Es la Branquia económica de la comarca. Esconde un universo marino, con la mirada puesta en el horizonte, pequeño pero se extiende en el infinito azul.
Su cara, aspecto físico, mudó con evoluciones muy marcadas, de castro en el II d.c, a monasterio en el VIII, a villa marinera en el XVI, industrializada y conservera en el XX, y gransolera en la década de 1970.

Material de los barcos, en Celeiro.
“Echad el risón, vamos a escuchar las olas que baten contra el casco”, una canción de caracola de mar que cuenta la historia de Celeiro. Su origen es un castro costero. Antiguamente denominados Castro de Arriba y Castro de Abaixo, topónimos existentes como Arribada y los Castros. Enfrentado con el de Covas, a ambos lados de la Ria de Viveiro, como dos fortines navales, un esquema que se repite en la Ría do Barqueiro con Caolín y Vilela.
El castro fue repoblado, cogió el nombre que hoy conocemos, Celeiro, granero o almacén. En el siglo VIII, Rodrigo Diagunus, Díacono Rodrigo de Coímbra, huyó de los musulmanes y se refugió en Galicia, donde fundó tres “ecclesuae” o monasterios, en la “pars maritima Gallecie”. Uno de ellos “ullia Cellario” o “villa quae vocatitur Cellario”, Celeiro. Cenobio hermano de nacimiento de San Tirso de Portocelo y Sano Esteban de Sumoas.

Vista de Celeiro desde el mar.
Cuenta el cronista Nuevo Cal, que en los años treinta, durante las obras del ferrocarril, encontraron dos sarcófagos bajomedievales. Cerca de la Pena do Castelo, entonces un fuerte donde se resguardaban ante peligro de invasiones.
El núcleo poblacional fue resistiendo en el tiempo. Mar y fe. La iglesia vieja de Santiago era de 1252, rehecha en 1662, lástima que se tirara hacia 1960. Es paso peregrino, con un Hospital de Santiago, que conocemos como Santa Ana. Fundado por una mujer, Mayor Yanes con las ganancias sine cura que le reportaba la su parte de la iglesia.

Mural alusivo al mar en Celeiro.
El primer patrón y mayordomo fue Pedro Pardo, le sigue su hijo Gregorio Pardo de Cervo en el 1538, y las nietas María Basanta de Cervo y Aguiar, (casada con el señor de la Casa de Regueira) y Mayor Ana (por la ella el nombre Santa Ana, casada con el señor de Burela), todos parientes y descendientes de Pardo de Cela. Reedifica la capilla Juan Pardo de Cervo, criado de la Reina. Hasta que pasa a manos de los Osorio Bolaño. Uno de ellos será el capitán Luis Pardo Osorio Bolaño, enterrado en la misma capilla en 1681, desposado en segundas con Martía Uttón, del navegante inglés Jhon Dutton, del Pazo de Grallal.
El mar de nuevo hace presencia, la familia tendrá intereses en el puerto de Burela y en la caza de la ballena. Un escudo heráldico en el número 6 de la Rua Grande, con Águila, Lobo y Cervo, recuerda la presencia de esta saga que mandó en Celeiro, los Cervo, Aguiar, Osorio, Bolaño, Pardo...

Barca entre casas en Celeiro.
En Santa Ana residían hospitaleros, por ejemplo en el siglo XVI, María y Luis Trigo, luego Pedro Farto... que daban cama, comida y calor a los caminantes. Además atendieron a cientos de enfermos, pobres y peregrinos. Hasta lo visitó y vigiló el Obispo Fray Antonio de Guevara, uno de los autores más leídos en el Renacimiento en Europa, a quién cita Cervantes en el prólogo del Quijote.
Santa Ana, y Santiago, el Pescador, serán las advocaciones de Celeiro. La villa seguiría viviendo por y del mar, en 1626 peleaban con los de San Cibrao por pescar en Lago.

Vieja arquitectura de Celeiro.
Artillada y protegida. Atalaia, viene de mirador, aún quedan los restos de la que fue la antigua Batería de la Armada que custodiaba la entrada de la Ría. Y Lavandeiras, no viene de lavar ropa, es de “las banderas”, que ondeaban en la cerca, como se observa en un mapa de 1634, estudio que debemos a Carlos Adrán Goás, hijo del músico, maestro y director del colegio de Celeiro, Carlos Adrán Cambón.
Fue creciendo hasta convertirse en una villa marinera. Hogares que se apretaban, hermanos puerta adentro y afuera, donde la solidaridad reinaba, herederos de los valores marinos, porque en el mordaz y mortal mar ante el peligro hay que echarse un cabo unos a los otros.

Barco operativo en Celeiro.
Las casas son el rostro de Celeiro. Una arquitectura de edificaciones tradicionales que proteger. Aunque veamos un mundo en blanco y negro en las fotografías antiguas, la alegría residía nos sus habitantes. Casas remo, estrechas, residencias encaladas, con ventanas de colores con las pinturas de las embarcaciones. Fiestras por las que penetraba el olor del mar, el arreciendo a sardina y jurel fresco. Fiestras en las que se esperaba la llegada de los mareantes. Calles a las que dio color en lienzo Ché de Trobo, cuadros que cuelgan en los salones chilindrís.
Una vida volcada a la playa, su primitivo puerto, abarrotada de botes y barcos. El arenal era un astillero, cada temporada se pintaban las lanchas con patente. Los niños boteros o chou, eran el reloj despertador, cuando mojaban sus pies iban a levantar a los demás para salir a faenar.

Callejeando por Celeiro.
Crecieron hasta asociarse. En 1923, de una reunión en la fábrica de Almoina nacía el Pósito de Pescadores. Su primer Patrón Mayor fue Cora Trobo. Y su primer presidente de honra, fue Carlos Morris Soriano, un ayudante de marina ya retirado, concejal que militó en la Unión Republicana, asesinado en 1936, dicen que muy querido por la ayuda que brindaba a los marineros.
El edificio fue hecho con base de madera en los años veinte, y finalizado en estructura de hormigón en el 32, obra de Salvador Pernas Soto, al que se le sumó un andar y bajo cubierta en 1943, tal y como lo conocemos. Más adelante el azul bañó pósito y la playa, gamas de colores que ven podrían seguir inundando la fachada marítima celeirense, convirtiéndolo en un Chefchaouen del Mar.

Casa antigua de Celeiro.
Próximo a la Estaca de Bares, hay un camino marino, un hábitat rica en migración pesquera. Un ciclo cerrado, detrás de las sardinas van los atunes, y de estos las orcas. Merluza que muerde la cola. Mantener la pesca, fomentó la industria de la sal, crecieron auténticas fortalezas del mar como la de Joselillo. Hubo hasta medio centenar fábricas de salazón, una tradición antigua ya instaurada en la playa de Area milenio y medio antes. A la que se le sumaron otra veintena de conserveras.
La industria marina tuvo una presencia fortísima en el puerto, quizás de las más fructíferas de Galicia. Atrayendo gente que había ido a trabajar e invertir. La villa continuó expandiéndose, dibujando una arquitectura racionalista: casas de los conserveros, fábricas, Pósito de Pescadores, edificio de la Unión de Fabricantes en 1949, ampliación del Muelle en los años 50, hasta el Grupo o barrio del Chao, con escuela y casas para los marineros en 1955. Sin olvidar que durante este progreso hubo revueltas y exigencias para las mejoras laborales de los asalariados, luchas con represiones.
La industria marina tuvo una presencia fortísima en el puerto, quizás de las más fructíferas de Galicia

Fábrica de conservas en Celeiro.
También tiene sus bestias marinas, mitos de los océanos. Como la histórica varada de un Kraken o calamar gigante, en el invierno de 1949, rodeado por curiosos y asombrados paisanos. En la retina el yate Azor, del dictador Franco que trajo remolcado un cachalote en 1963. No le era extraña la especie, pues durante años se insinuó la posibilidad de ser un puerto ballenero.

Planta de conservas en Celeiro.
Viene de lejos, en Burela un vecino de Celeiro Juan Pardo y Aguiar dejaba armarse a Juanes de Zarauz para la captura de cetáceos. Y la mitad del puerto de Burela, la compró en 1638 el capitán Luis Pardo Osorio. Familia ligada al hospital de peregrinos. En 1940 venían para aquí en bidones, los aceites de los peixóns o tiburones peregrinos que se daban caza en Bares. Hasta focas y delfines se han quedado inviernos enteros como moradores.
Los celeirenses navegaron por las islas filipinas en el XIX. Uno de ellos Manuel Cociña, descendiente del Capitán Andrés Cociña(1788), que se casó con Vicenta Vizoso Lage, padres de Vicente Cociña Vizoso, combativo diputado por Cortes, que conspiró para derrocar un gobierno en España. Sua hija fue una reconocida poeta, Camelia Cociña.

Pesqueros en Celeiro.
Por la isla de Cuba navegó con su paquebote, Francisco López Carballés, marino mercante y armador, padre del político y banquero liberal Benigno López. Llegaron a tener agentes comerciales en La Habana, Porto Rico, Cádiz, Luarca, Barcelona... En la misma Cuba fue Ministro de Finanzas y Secretario personal de Batista el hijo de Marino López. Y en Uruguay los Ladra fueron reconocidos anarquistas. Muchos huyeron a América escapando de la mili y de las miserias de un mar mal repartido.
Cubierta llena de pescado, y temporales infernales. Honrados y humildes marineros distribuían las partixas o quiñóns de las costeras en las cocinas. Y en las tabernas Rancho Chico, Villarmea, Fidiño, Maño... los viejos lobos de mar, contaban las sus singladuras, naufragios y éxitos pesqueros. Navegaron los océanos del planeta, casi son medio pescados, el salitre curte y corta tanto, que la piel seca, torna en escama.
En 1961 un agresivo temporal devoró los barcos y sumergió en el fondo treinta almas, conocida como La Galerna. Nunca se olvidó, los hundimientos son la maldición de los pescadores, en recuerdo erigieron la Plaza Monumento del Náufrago en 1999.

Barcos en el puerto de Celeiro.
De la pesca con polvorín, rapeta en los arenales, a la costera del bonito. Tocó una renovación de la flota. Un hito en la conquista de caladeros, fue la campaña de 1971 a la merluza del Gran Sol, emblema del puerto que tanta bocas alimentaría, irían desde Celeiro, Antón de la Mora en el Catalina y desde San Cibrao, Alfredo El Celoso en el Estrella de Belén. En 1977 faenaba el primer barco al pincho el Pino Montero.
El boom económico supondría la llegada de riquezas, la construcción de edificios multifamiliares, multiplicando la superficie de ocupación, con novedades , un contraste radical para muchas familias. Algunas viviendas fueron firmadas por el arquitecto gallego Xosé Manuel Casabella. Llegaría el cambio en el tipo de educación con maestros como José María Carbarcos.
Vicente Gradaílle, un parróco al modo del de Mondragón, de organización, bastón y mando, creó una infraestructura para la venta, reunificando el gremio. Lo vemos en números, cuando llegó se facturaban 50 y cuando se fue 3000 millones de pesetas, fue condecorado con la Medalla de Galicia. Erigió en 1969 una iglesia nueva que costó casi 4 millones, con vidrieras de los Artiaga. obra del arquitecto de Chantada Alfonso Pérez Guerra, profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña, que estudió en el Institute of Technology de Massachusetts, autor de edificios como la Clínica Teknon.

Pesqueros en el puerto de Celeiro.
Mérito y logro de los marineros, El sacrificio de estas generaciones supuso que hoy disfrutemos de mejoras sociales y económicas, fruto de la lucha permanente y la resiliencia. No nos durmamos en un sueño, vienen retos, ante la crisis que atraviesa el sector y la adaptación a una nueva edad emergente. El mar debe seguir siendo el eje motriz. Abordo vamos todos.
Celerio está orgullosa de sí misma, el coraje es su capital. Pueblo unido. Abella, nos recordó los apodos en un libro: catula, capitana, carrizos, canarios, pilotos, currana, regalas, chicota, pulido, mareas, chapona. chicotes, noray ... Celeiro también respeta y ama los su mayores, viejos Simbads, memoria viva la de Ramón Alonso, Antón Teixeira...
Un matriarcado marino. Mujeres como Rolindes Baño, la matrona Chitona, la conservera Coira, o la niña boteira que llegó la centenaria Josefa Trasancos, hija del emblemático Papá Ché. Todas grandes trabajadoras, rederas, mariscadoras, conserveras, pescaderas... que criaron peixiños, y construyeron esta villa desde tierra, en ausencia de sus amores.
El 2008, fue un año trágico. Tendrían que ser desalojadas a causa de un derrumbe. El Celeiriño quedó herido de muerte, vacío, cadavérico, un fantasma, un cementerio de nichos, en la esquela moría un mundo, una inefable forma de vida. Ecosistema que debemos reflotar, sin darle las espaldas al Mar, espina y aleta vital.

Campanario de Celeiro.
Apelemos no solo las razones pecunarias, que pesan bastante, hay valores culturales y sentimientos milenarios. Un cuadro con olas, de inspiración para Simbad el marino, El Viejo y el Mar de Hemingway, Moby Dick de Melville, El corazón de las tinieblas de Conrad, o la saga El Mar de Pío Baroja. Celeiro tiene esa magia marina. Universo que debe ser protegido y conservado en un frasco. Fragancia de agua, arena, arreciendo a pescado y arume a argazo.

Red de pesca en Celeiro.
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