* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Cuando viajo, siempre intento acercarme a diferentes paraísos o, mejor dicho, siempre encuentro un pedacito de paraíso. No puedo negar que volver a Salzburgo, ciudad que se extiende por ambas orillas del río Salzach, a 25 km de las estribaciones septentrionales de los Alpes, ha supuesto encontrar la gloria una vez más.
Rica en historia, arte y cultura tiene un casco antiguo declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Al ser la ciudad de Mozart lleva la música en el corazón todo el año. En frente de la catedral, en nuestro primer día de visita, habían montado unas gradas para unas 700 personas. Un marco excepcional para escuchar un concierto de este grande de la música y de otros compositores austriacos y alemanes.

Violín que le regalaron a Mozart cuando tenía seis años (casa natal de Mozart).
A continuación de un ajetreado día recorriendo sus calles y sus maravillosos monumentos, detengo esa especie de juego de pistas que he llevado a cabo junto con mi marido, mi nieta y una sobrina nieta para sentarme en el balcón de una bonita casa de huéspedes en una zona separada del centro de Salzburgo.
Después de la inmensa ola de calor vivida en el Mediterráneo, agradezco el pantalón largo, la chaqueta y un contundente pañuelo de cuello.
La inmensa ola de calor vivida en el Mediterráneo, agradezco el pantalón largo, la chaqueta y un pañuelo de cuello
No hay nada que perturbe la paz de la noche. Aunque ya no percibo el paisaje alpino ni algunas de las casas, una de ellas con trampantojo en su fachada, puedo perfectamente recrear en mi imaginación este paraje y sentirme inmersa en una fresquita noche después de una tormenta con aguacero durante algunas horas de la tarde.
Seguiría escribiendo un rato más, pero las campanas de la torre del reloj indican que ya es medianoche y me planteo ir a dormir para estar en forma al día siguiente y seguir explorando esta maravilla de ciudad que aún me sigue impresionando como en viajes anteriores.

Residenzplatz en Salzburgo.
Tercer día en Salzsburgo disfrutando de una temperatura que nos ha permitido aprovechar el tiempo y hacer visitas interesantes. Una de ellas, subiendo con un funicular a una montaña a casi 2000 m. de altura, mientras observábamos los cambios de vegetación, pasando por nubes en algún momento y viendo una atractiva panorámica.
El zoo también ha sido una muy buena alternativa, ya que hay animales que se pueden ver desde muy cerca e incluso se pueden tocar. Tiene una gran variedad de especies y además cuenta con muy buenas instalaciones. Ha sido una bonita experiencia tanto para nuestras adolescentes como para nosotros.

Catedral de Salzburgo.
La guinda del pastel la ha puesto el palacio de Hellbrunn con sus jardines y sus fuentes con sus juegos de agua. Esta residencia veraniega fue construida para los príncipes arzobispos de Salzsburgo como un lugar de entretenimiento y descanso nunca antes visto.
En alguna ocasión el agua nos ha sorprendido, cayéndonos en la cabeza, el cuerpo o los pies y hemos corrido para no mojarnos mucho. Mientras tanto, un audioguía nos iba explicando el funcionamiento mecánico de estas fuentes que han estado allí desde su diseño en el siglo XVII (tecnología bastante innovadora para la época). Todas las figuras de personas y objetos, junto con pequeños escenarios, son movidos por sistemas hidráulicos.

Vista de Hallstatt desde arriba.

Casas en la plaza del mercado de Hallstatt.
Cuesta abandonar Salzsburgo sino porque el siguiente destino es Hallstatt, uno de los pueblos más bonitos, de camino a Viena, donde nos alojaremos diez días para finalmente decir adiós a Austria, país caracterizado por tener villas en las montañas, un accidentado terreno alpino, una arquitectura barroca y una historia imperial.

Vista de Hallstatt desde el lago.
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