Causas y consecuencias del fracaso de los partidos tradicionales en Argentina

Lectores Corresponsales

Por mucha buena voluntad y empeño que ponga el presidente Javier Milei, el fracaso está garantizado si no soluciona estos dos problemas: la forma de intercambiar trabajo libremente y el deficiente sistema normativo

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La expresidenta de Argentina Cristina Fernández saluda a sus seguidores desde el balcón de su residencia, en Buenos Aires.

Juan Ignacio Roncoroni / EFE

* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia

La aparición de líderes mesiánicos sólo tiene explicación si aceptamos el fracaso de los partidos tradicionales. Es más demérito propio que éxito ajeno. Pero, ¿por qué fracasaron los liberales y conservadores durante todo el siglo XIX? ¿Por qué están siendo fuertemente cuestionados actualmente en todos los países los partidos políticos surgidos a lo largo del siglo XX? ¿Por qué en la actualidad existe en muchos países una sensación de crisis económica permanente? ¿Por qué surgen líderes autocráticos radicales? Y, lo más importante, ¿por qué los nuevos valores, las nuevas ideologías y nuevos líderes se diluyen o fracasan estrepitosamente cuando llegan al poder?

En España, como consecuencia de la crisis de 2007, irrumpió con fuerza un partido político de izquierdas, Podemos, que fue perdiendo fuerza y fragmentándose con el paso del tiempo.

Para entender por qué los nuevos líderes son parte activa del juguete roto, primeramente tenemos que tratar de comprender los motivos por los que los partidos tradicionales fracasan secuencialmente. Esto nos ayudará a comprender el motivo por el cual los jóvenes partidos terminan igualmente fracasando. El péndulo político no es solo de izquierdas y derechas, sino de viejas y jóvenes ideas. Cuando las ideas envejecen observamos el renacimiento de las ideas precedentes que parecían enterradas, balanceando el péndulo político y haciendo girar el interminable bucle de la desilusión.

A lo largo de la historia podemos observar que, para que estos fenómenos se produzcan se deben conjugar diversas circunstancias, pero fundamentalmente una profunda o prolongada crisis económica. Durante períodos de cierta prosperidad o estabilidad económica la población no suele apostar ni por cambios de paradigma político, ni por cambios de partidos políticos.

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Una seguidora de la expresidenta de Argentina Cristina Fernández manifiesta su apoyo en cercanías a su residencia, en Buenos Aires.

Juan Ignacio Roncoroni / EFE

Durante todo el siglo XIX, en cualquier país analizado, se observan crisis económicas secuenciales cada diez años aproximadamente. Fundamentalmente, esto se debió a los diferentes sistemas de emisión monetaria anclados a los metales. Los sistemas monetarios metálicos eran manifiestamente inestables en términos de equivalencia de valor (oro vs. plata) o escasos conforme a las necesidades del mercado. La sociedad del siglo XIX, aunque mejoró notablemente su modus vivendi, vivió en permanentemente sufrimiento y crisis económica, con constantes compresiones y descompresiones monetarias. Los liberales y conservadores se culpaban de los males económicos sin vislumbrar los problemas de raíz. Esto dio lugar a la aparición de ideas intervencionistas de izquierda y de derechas.

Pero los cambios de modelo no dieron buenos resultados y el sistema bipolar de izquierdas y derechas empezó a resquebrajarse a mediados del siglo XX. La ruptura de los acuerdos de Breton Woods (1971) o la caída del muro de Berlín (1989) son la prueba de cargo que confirman el fracaso de ambos modelos. A partir de ese momento existe un renacimiento de las ideas liberales, que van progresivamente comiendo terreno a los partidos tradicionales. Ronald Reagan y Margaret Thatcher representan políticamente el inicio oficial del cambio de paradigma. El péndulo provocó que muchos científicos sociales sufrieran una metamorfosis en su discurso doctrinario. En España, Antonio Escohotado o Federico Jiménez Losantos son una muestra de este fenómeno.

El sistema bipolar de izquierdas y derechas empezó a resquebrajarse a mediados del siglo XX

Pero los nuevos partidos políticos, los nuevos eslóganes y los aparentemente nuevos paradigmas ideológicos siguen sin solucionar los problemas de fondo de la sociedad. Como ya ocurrió en gran parte del siglo XIX, en el siglo XXI seguimos en el bucle de la lucha entre el Estado vs. Mercado. Unos culpan al Estado de todos los males y consideran que el amoral mercado es el responsable de todas las desgracias. Mientras unos defienden la acumulación de capital como herramienta de progreso, otros consideran que la distribución del mismo es una necesidad imperativa.

Ninguna escuela de país alguno sabe explicar técnicamente el motivo por el que se generan permanentes crisis secuenciales, por qué se observa un insano exceso de liquidez monetaria en el mercado, por qué la economía tiende hacia los oligopolios y grandes corporaciones, por qué a lo largo de la historia observamos que todos los bancos del mundo quiebran técnicamente y necesitan ser rescatados, por qué se producen gigantescas diferencias sociales, por qué se suicidan cada día mayor número de personas, por qué envejece la población en países desarrollados, por qué existe un paro forzoso que se acrecienta con el anormal desarrollo tecnológico, por qué los países con problemas de identidad monetaria tienen instituciones poco inclusiva, etc. 

Todos estos problemas y algunos otros de orden social (delincuencia, rupturas matrimoniales, etc.) tienen su origen, en gran medida, en el lamentable sistema de emisión de dinero y en el deficiente y costoso sistema legislativo.

Por mucho que aparentemente cambiemos de paradigma o de partido político, si no somos capaces de mejorar el sistema de emisión de dinero y el sistema de emisión de normas (sistema democrático), los citados problemas persistirán y se agudizarán cada día más debido a la aceleración de la “destrucción creativa”.

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Un seguidor de la expresidenta de Argentina Cristina Fernández sostiene un cartel.

Juan Ignacio Roncoroni / EFE

En otras palabras, el hombre sigue sin solucionar los dos grandes problemas que ponen en riesgo nuestra civilización, y que sabiamente Aristóteles y Platón vieron y criticaron, como lo son:

  • 1) La forma de intercambiar trabajo libremente. Carecemos de un sistema monetario que impida la intervención de personas que, sin aportar valor alguno, obtengan un beneficio de dicha transacción. En otras palabras, todavía no hemos diseñado un sistema de emitir dinero que permita que el dinero sea realmente un depósito de valor trabajo, es decir, que el poder adquisitivo del dinero sea estable. “Milton Friedman veía peligrosa la discrecionalidad del Bancos Central, prefiriendo que la política monetaria estuviera sometida a reglas legales predeterminadas (Friedman, Should there be an independent central bank? Ensayo publicado por Leland B. Yeager, en libro In Search of a Monetary Constitution - Cambridge: Harvard University Press, 1962 p. 367). Y, desde 1962, creó un serio debate sobre la independencia de los Bancos Centrales. Este debate se ha venido agudizando al ver cómo, desde la creación del New Zealand Reserve Bank en 1988 (este fue el primer Banco Central en asumir este rol), se puso de moda que estas entidades asuman también la responsabilidad política inflacionista y de la lucha contra el desempleo (The Bank of England Act que entró en vigor el 1 de junio 1998 establece como objetivos de la entidad: “a) to maintain price stability, b) and subject to that, to support the economic policy of Her Majesty’s Government, including its objectives for growth and employment.” - Art. 11). Si la progresión de asunción de responsabilidades continua, dentro de poco los Bancos Centrales se convertirán de facto en un segundo Gobierno en la sombra, sin control alguno. Todo esto sobrepasa los límites naturales del sentido común” (Pedro Gómez Martín-Romo, La riqueza de las naciones en el s. XXI - Almería: Círculo R., 2019, p.278). Milton Friedman propuso reglas de emisión monetarias predeterminadas basadas en incrementar un porcentaje fijo la masa monetaria, tomando como base criterios históricos. Diferentes economistas han compartido la idea central de Friedman, pero han aportado otros criterios o reglas de emisión monetaria. Por ejemplo, el francés y Premio Nobel de Economía de 1988, Maurice Allais propuso la prohibición de la reserva fraccionaria bancaria, y la creación de una Agencia Estatal independiente del poder político que emitiese dinero al ritmo de crecimiento del PIB (“Maurice Allais, propose donc de confier l’exclusivité de la création monétaire ex nihilo à une Banque Centrale, indépendante constitutionnellement des pouvoirs politiques, son objectif statutaire constitutionnel étant de préserver la stabilité des prix, c’est-à-dire une hausse des prix annuelle qui n’excède pas 2%, le rythme annuel de cette création monétaire étant calé sur le rythme de croissance du PIB réel.” Philippe Bourcier de Carbon. Working Paper Le pouvoir financier au cœur de la crise de 2008: Les analyses prophétiques de Maurice Allais (Paris: PBC, 2009). También, La crise mondiale d’aujourd’hui: Pour de profondes réformes des institutions financières et monétaires (Paris: Clément Juglar, 1999)
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Un detractor del presidente Milei, manifestándose.

EMILIANO LASALVIA / AFP

  • 2) El segundo motivo por el que terminan fracasando los viejos y los jóvenes partidos es por el deficiente sistema normativo. El Estado es una herramienta necesaria y poderosa, pero lenta y costosa. Es incapaz de evolucionar el ordenamiento jurídico al ritmo que impone la economía y exige la sociedad. Como indico en mi libro Competencia Institucional Normativa, la destrucción creativa (Schumpeter) tiene que ir acompañada, en paralelo y a la misma velocidad, de la destrucción normativa (Pedro Gómez). Si el marco jurídico no se adecua a la realidad económica y social, la justicia se vuelve injusta y judicializamos las externalidades.

Al analizar el devenir de los primeros veinte meses del Presidente Milei en Argentina, por mucha buena voluntad y empeño que ponga, el fracaso está garantizado si no soluciona estos dos problemas. Esta es la razón por la que observamos a lo largo de la historia el incesante batir del péndulo político y el fiasco de los partidos de izquierda y de derecha, de los liberales y de los conservadores.

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