* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Todavía hoy recuerdo el impacto que me causó cuando Mariola, que trabajaba como jardinera, me contó que tenía que consumir en el bar para poder usar el baño. En un oficio donde el cuerpo está expuesto al calor y es imprescindible hidratarse, tener que pagar para acceder a un lavabo me pareció una injusticia normalizada.
Además, es probable que muchas de esas idas al baño fuesen también para cambiarse la compresa. Sin embargo, nunca lo dijo abiertamente. Tal vez porque, como tantas otras mujeres en el ámbito laboral, había aprendido a callar lo que su cuerpo cíclico necesitaba, debido al estigma y al tabú que pesan sobre un proceso fisiológico que atravesamos mujeres y otras personas menstruantes unos 450 ciclos, en promedio, a lo largo de la vida.
Por entonces, yo aún no era consciente de lo importante que es dignificar la menstruación y la gestión del sangrado, ni de lo difíciles que pueden llegar a ser ciertos entornos laborales para quienes menstrúan cada mes.
La realidad es que, en muchos trabajos, ni se piensa en las necesidades reales de las mujeres y personas menstruantes, ni se ofrecen baños dignos ni tiempo suficiente para gestionar la menstruación con salud. Esta omisión impactante no es casual: responde a sesgos de género profundamente arraigados, que históricamente han definido qué vidas importan en la configuración del mundo laboral.
Pero esto puede y debe cambiar. Y de hecho, está cambiando. Gracias al trabajo sostenido de educadoras, investigadoras y activistas menstruales, que no solo irrumpen en espacios laborales, sindicales e institucionales, sino que también investigan, contextualizan y elaboran propuestas desde una mirada crítica e interseccional.
Estas propuestas articulan experiencias situadas, normativas vigentes y planes institucionales con una convicción firme: la salud menstrual y la consideración de las necesidades específicas en la etapa de peri/menopausia no son asuntos íntimos o secundarios, sino cuestiones urgentes de justicia laboral, equidad y derechos humanos.
Una jornada histórica
Este lunes 26 de mayo, en Barcelona, en el marco del 28 de mayo, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres y Día Internacional de la Salud Menstrual, se celebrará una jornada formativa histórica sobre menstruación y menopausia en el ámbito laboral.
Esta iniciativa, solicitada por FeSMC Catalunya (Federación de Servicios, Movilidad y Consumo de UGT) y organizada por la Asociación de Cultura Menstrual La Vida en Rojo, pone por primera vez en el centro del estudio y el debate aquello que hasta ahora ha sido silenciado: la necesidad de hablar de salud y derechos en torno a la menstruación y la menopausia en el ámbito del trabajo asalariado. Por primera vez, una jornada para delegados y delegadas sindicalistas en Barcelona pone en el centro la salud menstrual y menopáusica en el ámbito laboral
Por primera vez, una jornada para delegados y delegadas sindicalistas pone en el centro la salud menstrual y menopáusica
Investigadoras como Karen Messing, pionera en estudiar la relación entre salud, trabajo y género, ya alertaron hace décadas algunos aspectos que impactan en la salud menstrual y del ciclo en las mujeres: “Los horarios variables e imprevisibles, muy frecuentes en el sector servicios, también pueden afectar las funciones reproductivas de las mujeres, provocando menstruaciones dolorosas y ciclos irregulares”.
La endocrinóloga Carme Valls-Llobet, presidenta del Centre d’Anàlisi i Programes Sanitaris (CAPS), ha denunciado con claridad que “la exposición a contaminantes químicos en el entorno laboral representa un riesgo significativo para la salud menstrual”.
Ellas, y muchas otras, forman parte de una genealogía de investigadoras en salud con perspectiva de género y diferencial que nos permite mirar con otros ojos lo que el mundo laboral ignora.
Y no solo han señalado el problema. También han planteado soluciones. Ya hace años, la Dra. Carme Valls-Llobet proponía que, en la revisión médica laboral, se nos preguntara abiertamente si tenemos molestias o irregularidades menstruales. Que se hicieran analíticas con ferritina y tiroides bien valoradas —con parámetros diferenciados por sexo—. Que el ciclo se leyera como un signo de salud, no como un dato irrelevante.
La Dra. Carme Valls-Llobet proponía que, en la revisión médica laboral, se nos preguntara abiertamente si tenemos molestias o irregularidades menstruales
La experiencia menstrual y menopáusica de las mujeres no es un asunto privado. Es una cuestión pública, política y laboral. Reconocerlo no solo mejora la calidad de vida de quienes menstrúan o transitan la menopausia. También transforma la cultura del trabajo asalariado, haciéndola más equitativa, inclusiva y digna.
Jornadas como esta resultan fundamentales porque abordan de manera integral temas como las etapas cíclicas, la salud menstrual, el climaterio (período en el que llega la menopausia); los productos para la gestión menstrual; y las condiciones básicas que debe tener un baño para ser realmente accesible, como agua corriente, jabón y papelera para los desechos. También se pone el foco en la necesidad de que los productos menstruales estén disponibles en el trabajo, sin intermediarios, con variedad para elegir y siempre con reposición garantizada.
Baja menstrual y buenas prácticas
Uno de los temas clave que urge abordar en el ámbito laboral es el derecho a la llamada “baja menstrual”, una medida vigente en España desde 2023 y aún poco conocida, tanto por trabajadoras como por profesionales de la salud. Se trata de una incapacidad temporal remunerada desde el primer día, cubierta por la Seguridad Social, para quienes sufren menstruaciones incapacitantes diagnosticadas como dismenorrea secundaria.
Conviene aclarar que las molestias menstruales leves o moderadas no están contempladas en esta medida, ya que suelen formar parte de las respuestas fisiológicas naturales del ciclo. En cambio, el dolor incapacitante que justifica esta baja no solo puede reducir la productividad laboral, sino que también incrementa los riesgos en el entorno de trabajo —por ejemplo, a través de la desconcentración—, retrasa diagnósticos y, por tanto, alarga innecesariamente los procesos de recuperación.
El problema es que, en la práctica, acceder a este derecho no resulta sencillo: muchas veces no se utiliza el código diagnóstico adecuado o no se conoce el procedimiento para solicitarlo. Por eso es fundamental que esta información llegue, circule, se comprenda y, sobre todo, se ejerza sin culpas. Como solemos decir entre nosotras, la llaman “baja menstrual” por no decir: “baja porque el dolor me parte en dos y solo quiero cama y silencio”.
También es importante hablar del Plan Integral de Equidad Menstrual y Climaterio, impulsado por el Departament d’Igualtat i Feminismes de la Generalitat de Catalunya, que ya está en vigor y contempla medidas para mejorar las condiciones laborales vinculadas a estos temas.
Es importante hablar del Plan Integral de Equidad Menstrual y Climaterio
Desde La Vida en Rojo se proponen, además, buenas prácticas orientadas a sensibilizar y fortalecer el rol de delegadas y delegados en materia de salud menstrual y menopausia, para avanzar hacia entornos laborales más justos y cuidadosos con los cuerpos cíclicos.
Es imperativo imaginar un mundo laboral donde el cuidado menstrual no reste valor, sino que lo potencie. Donde lo que sienten y necesitan las mujeres y personas menstruantes no deba esconderse para encajar en un sistema que exige rendimiento sin pausa. Un mundo que pase del “cuánto produces, tanto vales” al “cómo estás, qué necesitas, cómo podemos sostenernos mejor”.
Es el tiempo de la justicia menstrual y menopáusica.
* Carolina Ackermann Barreiro es educadora comunitaria en salud menstrual y peri/menopausia. Presidenta de la Asociación de Cultura Menstrual La Vida en Rojo. Redactora, investigadora y activista. (@lavidaenrojo_asociacion) (@mujersinreglas)
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