¿Mejor el silencio o una conversación incómoda?

Lectores Expertos

Las investigaciones revelan que lo que erosiona las relaciones no es el conflicto, sino cómo lo gestionamos

Discusión de pareja

Pareja deteriorada, sin comunicación..

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* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia

Las conversaciones incómodas no nos separan, pero el silencio sí. Evitar los temas difíciles en nuestras relaciones parece un atajo para “no liarla”. 

Sin embargo, décadas de investigación muestran que lo que erosiona las relaciones no es el conflicto en sí, sino cómo lo gestionamos. 

La conversación honesta —aunque tensa— tiende a fortalecer la confianza y la intimidad. En cambio, el silencio como respuesta daña necesidades psicológicas básicas y pronostica peor satisfacción y estabilidad en ese vínculo.

¿Por qué el silencio duele?

La psicología social describe la ostracización —ser ignorado o excluido— como una amenaza directa a cuatro necesidades humanas: pertenencia, autoestima, control y sentido de existencia. Incluso episodios breves elevan el dolor emocional y fisiológico, y sostenidos en el tiempo se asocian a síntomas depresivos y peor salud. En pareja y familia, ese “trato silencioso” mina el vínculo.

En términos de comunicación, el patrón demanda/retirada (una parte pide, la otra se cierra o evita) está sólidamente ligado a peores resultados relacionales. Un meta-análisis de 74 estudios halló una asociación moderada y significativa entre este patrón y el malestar individual y en la relación.

El conflicto no es el problema: lo decisivo es el estilo

Los trabajos longitudinales de John Gottman con parejas recién casadas mostraron que la ira no predice el divorcio, mientras que procesos como el desprecio, la crítica, la defensividad y, especialmente, el stonewalling (bloqueo/silencio) sí lo hacen. Lo que diferencia a las parejas que duran es su capacidad de reparar durante el desacuerdo (parar, escuchar, validar, reencuadrar), no que nunca discutan.

Además, existen cambios dentro de la propia pareja: cuando mejoran ciertos comportamientos comunicativos (más escucha y negociación, menos evasión), también mejoran la satisfacción y el bienestar emocional de cada miembro a lo largo del tiempo.

Discusión de pareja

Discusión de pareja.

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Apego y evitación: cuando callar parece “protegernos”

Las personas con apego evitativo tienden a gestionar el estrés relacional con distanciamiento y retirada, lo que alivia momentáneamente la ansiedad, pero empobrece la intimidad y la satisfacción de ambos. 

Revisiones recientes y estudios diádicos confirman el vínculo entre evitación, estrategias de retirada y menor calidad de relación.

Intimidad: se construye hablando (y escuchando)

El modelo interpersonal de la intimidad muestra que dos procesos la alimentan: autor-revelación (decir lo que nos pasa) y respuesta sensible del otro (sentirse entendido y validado). 

En diarios de vida y estudios conyugales, mayor apertura y responsividad percibida predicen más intimidad y bienestar. Es decir, hablar de lo difícil —si hay escucha de calidad— acerca, no aleja.

Tema tabú hoy, desgaste mañana

La evitación temática —no hablar de dinero, celos, límites con la familia, sexualidad, uso del móvil, etc.— se asocia de forma consistente con menor calidad de relación y más incertidumbre relacional. No abordar los asuntos espinosos no los desactiva; los pospone y, a menudo, los agrava.

Callarse o ignorar a la pareja mientras expresa sus sentimientos con la intención de frustrarla es una conducta pasivo-agresiva.

Callarse o ignorar a la pareja mientras expresa sus sentimientos.

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Cuando hablar no es posible: el “flooding”

En plena discusión, el cuerpo puede entrar en “inundación” fisiológica (taquicardia, sudoración, bloqueo atencional). Con el pulso muy acelerado, resulta muy difícil procesar y dialogar con sentido; en estos casos, insistir suele escalar el conflicto. 

La forma de proceder en estos momentos es parar, autorregularnos, y retomar luego. La pausa no es castigo si se acuerda, se avisa y se vuelve.

Del titular a la práctica: cómo tener conversaciones incómodas (sin romper nada)

  • Acordad el marco: “Quiero hablar de X porque me importa esta relación; ¿te viene bien ahora o en 30 minutos?” (elige buen momento: antes de dormir no suele ser un momento bueno).

  • Empezar suave: describir hechos y emociones propias sin culpar: “Cuando pasa X, yo me siento… y necesito…”. Esto reduce la defensividad del otro.

  • Una cosa cada vez: si aparecen múltiples temas, aparcad los secundarios.

  • Reglas de seguridad: nada de insultos, amenazas, ni sarcasmo; si se da la “inundación” comentada anteriormente, pausa estructurada y retorno pactado.

  • Escucha activa: resumir lo que entendiste y preguntar si acertaste; la responsividad (sentirse comprendido) es la gasolina de la intimidad.

  • Búsqueda de soluciones: generad opciones, probad una a la vez, medid resultados en una semana.

  • Reparar a tiempo: humor, reconocimiento del propio exceso, gratitud por la conversación difícil. Las reparaciones durante el conflicto predicen mejor pronóstico.
Las mujeres son quienes normalmente padecen el síndrome de Wendy, lo que les puede llevar a vivir en un estado de ansiedad permanente.

Mala comunicación.

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Señales de alarma: cuando el “silencio” ya es violencia

No es lo mismo pedir espacio que aplicar castigo. Si alguien retira la palabra reiteradamente para controlar, humillar u obtener lo que quiere, hablamos de maltrato psicológico. 

Esa táctica ataca a las necesidades básicas y deja huella en la salud mental; pedir ayuda profesional y activar redes de apoyo es prioritario en estos casos.

Qué se gana hablando (aunque cueste)

La evidencia acumulada sugiere que el desacuerdo conversado con buenas prácticas —inicio suave, pausas, reparación, escucha responsiva— mejora la satisfacción y protege la relación a medio plazo. 

En cambio, el silencio como norma empobrece, aísla y aumenta el riesgo de ruptura. La frase puede sonar contraintuitiva, pero es exacta: las conversaciones incómodas no rompen los vínculos; el silencio, sí.

* Cristina Saiz Manceñido es psicóloga sanitaria de Madrid, especializada en trauma, apego, autoestima, relaciones, ansiedad y heridas emocionales.

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