* La autora forma parte de la comunidad de lectores de Guyana Guardian
Cualquier momento es bueno para disfrutar de la magia de Andalucía, con una gran cantidad de rincones maravillosos por explorar. Si bien ya conocía seis provincias, me quedaba por descubrir Cádiz y todavía tengo pendiente Jaén.
Así que puse en mi lista de prioridades visitar la Tacita de Plata, como se conoce cariñosamente a Cádiz, un destino muy cautivador. Empezando por la ciudad, tanto a mi marido como a mí, nos llamó la atención su rico patrimonio cultural, razón por la cual atrae a turistas de todas las partes del mundo. Quedamos asombrados por la cantidad de extranjeros que encontramos, mayormente ingleses y franceses que estaban por todos los rincones, no sólo de esta capital sino de la geografía de esta provincia.
Aunque estuvimos únicamente un día, para poder conocer también su patrimonio natural y desplazarnos por otras zonas, nos enamoramos de esta joya de la Costa de la Luz que combina a la perfección historia, playas y una vibrante cultura andaluza.
Empezamos la visita entrando en el Torreón de la Puerta de Tierra, donde había una exposición muy ilustrativa para conocer el Acueducto y la Calzada romana que nos ayudó a comprender la importancia de Cádiz, “Gades” en la época de los romanos. No solamente ofrecía información sobre las dos infraestructuras protagonistas de este proyecto, sino de la configuración de lo que fue Gades, algunas de sus edificaciones más llamativas y su relación con el resto del territorio que forma, hoy en día, la provincia de Cádiz.
Torreón de Puerta de Tierra en Cádiz.
Nos pareció maravillosa su gran catedral, símbolo del esplendor que tuvo esta ciudad desde finales del siglo XVII hasta bien entrado el XIX. También nos encantó su Paseo Marítimo con sus playas de arena fina y blanca y con unas vistas inolvidables al Atlántico.
Qué decir de su gastronomía, con sus tortillitas de camarones, su pescaíto frito, su salmorejo, su rabo de toro… entre otros productos y platos icónicos que los visitantes no nos podemos perder.
Otra bonita ciudad llena de historia y sabor andaluz es Jerez de la Frontera. Como fue el lugar que nos acogió durante nuestra estancia, pudimos disfrutar sobradamente de su casco histórico, su tradición ecuestre y empaparnos de su ambiente auténtico. Dediqué un escrito anterior a destacar cómo los caballos jerezanos, conocidos por su elegancia, muestran sus destrezas en espectáculos cautivadores.
Catedral de Jerez de la Frontera.
Tuvimos la suerte de que un amigo que vive allí nos hiciera de guía durante unas horas, además de llevarnos, a través de un recorrido culinario, a degustar unas tapas en un bar conocido como “tabanco”. Hay varios locales con este nombre que coinciden en las tapas: quesos, chicharrones, conservas, ahumados y otras especialidades.
Vista del pueblo blanco de Grazalema en la sierra del mismo nombre.
El viaje continuó por tierras gaditanas, descubriendo rincones con encanto como: Conil de la Frontera, Veger y Medina Sidonia, que hicimos en el mismo día. Seguimos explorando sitios nuevos para conocer otros pueblos blancos: Arcos de la Frontera, Grazalema, El Bosque y Setenil de las Bodegas. También disfrutamos del sol y de la luz de Rota, Chipiona y Sanlúcar de Barrameda.
Setenil de las Bodegas, uno de los pueblos blancos de la provincia de Cádiz.
Una vez llegados a este destino, queriendo emular a Magallanes y a Juan Sebastián Elcano, cogimos una de las tradicionales barcazas que cruzan el río Guadalquivir para llegar al Parque Nacional de Doñana.
Hicimos una breve visita a pie por el Poblado de la Plancha, un asentamiento donde trabajaban y vivían familias dedicadas a las principales actividades que antaño se realizaban en la zona, como la recolección del piñón, el carbón vegetal, etc. Vimos también tres ciervos con los que nos mezclamos sin perturbar para nada la tranquilidad que los envolvía.
Corrales de Rota, construcciones que han usurpado el terreno al mar para aprovechar las mareas en favor de la pesca.
Fue un éxito la opción de destinar la última semana de septiembre, sin el bullicio de los otros meses de verano y con una temperatura más suave, a descubrir una de las provincias andaluzas, donde la inspiración fluye y donde el tiempo parece detenerse para dejarnos disfrutar de la belleza eterna de este rincón mágico del sur de España.
Parque Nacional de Doñana.
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