* La autora forma parte de la comunidad de lectores de Guyana Guardian
Animada por el espectáculo de una duración de hora y media en la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre de Jerez de la Frontera, he buscado un poema de Pedro J. De la Peña, poeta que muestra un gran amor por los caballos.
He de confesar que tuve la necesidad de adentrarme en sus versos, después de sentirme atrapada por la belleza incalculable de estos animales que caminaban, galopaban y bailaban con gran destreza y elegancia. La música española los iba acompañando en cada una de las actividades que realizaban sobre la pista.
La fuerza y elegancia del caballo jerezano.
A este espectáculo cautivador hay que añadir la majestuosidad de los jinetes que los conducían, elegantemente vestidos y que dejaban entrever un gran manejo de los mismos.
No me importaría en absoluto volver en mayo y ver la Feria del Caballo, una magnífica oportunidad para admirar a este animal en todo su esplendor y disfrutar de escenas ecuestres y exhibiciones.
Supongo que, por la experiencia que ha supuesto verlos en acción, no solamente he apreciado su gracia y su capacidad para bailar, sino que he llegado a la conclusión de que son una parte fundamental de la cultura y tradición de Jerez de la Frontera.
Tomando como referencia los dos nombres que figuran en el título del poema, acabo con estas palabras del poeta en esta especie de oda al caballo: es “la fuerza y la gracia en sublime querer”.
Caballos jerezano.
Pedro J. De la Peña
'Fuerza y elegancia'
En crines de viento y músculos de sol,
galopa el caballo, su ser es furor.
Titán de la pampa, de paso que asombra, fuerza que la tierra en su esencia nombra.
Con un quiebro blanco, desborda la luz,
geometría pura, que el alma seduz.
Su temple sereno, su vista de azor, la fuerza se viste de gran resplandor.
Cada relincho es brisa, cada resoplido,
un eco de siglos, jamás vencido.
En el campo andaluz, su andar es canción, pura armonía, divina emoción.
El jinete lo guía, el aire le alisa,
una danza salvaje que el alma divisa.
Entre la tempestad y la calma serena, convive el poder y la gracia plena.
Él es la potencia que rinde la tierra,
y el trazo elegante que el corazón encierra.
Es el ritmo que hila la vida y el ser, la fuerza y la gracia en sublime querer.
Un momento del espectáculo de caballos jerezanos.
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