El decano Pedro Sánchez

The situation room

La palabra decano tiene su origen en el latín decanus. Era la denominación que correspondía al miembro más antiguo de un grupo, cuerpo o junta. Y en este mundo de dioses fuertes, de poder duro en lugar de soft power, los decanos tienen cosas que decir. Hoy, Emmanuel Macron es técnicamente el mandatario europeo más longevo. Lleva desde mayo del 2017 en la presidencia de Francia. Y el segundo, sí, es Pedro Sánchez, desde junio del 2018. Macron es un pato cojo, que no puede ser reelegido. Por eso, también tiene aún más importancia estratégica, si cabe, la sentencia contra Marine Le Pen de la semana pasada, quien había sido la contrincante en segunda vuelta contra Macron en las dos convocatorias de 2017 y 2022. Los tiempos cambian y la política tiene que cambiar con los tiempos.

Sánchez, con esta retirada prevista de Macron, se queda oficialmente como el decano del colegio de presidentes y primeros ministros de la UE y, tal vez, de las democracias occidentales, con la retirada reciente del canadiense Justin Trudeau y siempre con el permiso de Donald Trump, que estuvo en 2017 para irse en 2020 y regresar como empezó: siendo el malo de este western.

No subestimen esta interesante posición simbólica en estos tiempos. El decano es el sheriff

Esto es lo que hay y lo que han visto desde el pasado jueves en La Moncloa con el plan de choque frente a los aranceles de Trump. A Sánchez ejerciendo de veterano a escala europea, mientras la derecha plural aún no ha deshojado la margarita a escala casera frente a los autoritarios. ¿Con quién está el centro-liberal español? ¿Con Le Pen o con Merz, con Orbán o con Montenegro, con Trump o contra Trump? Porque no hay un Trump malo y un Netanyahu o Milei bueno. Ante esta indefinición, el decano Sánchez avanza: el de la covid, la guerra, ahora los aranceles. No subestimen esta interesante posición simbólica en estos tiempos de tanto miedo. El decano es el sheriff.

La diagonal de esta nueva época que se inicia será autoritarismo versus democracia. Así está grabado a fuego en todos los frontispicios de los centros mundiales de poder. El eje de conflicto, o trinchera de campaña, será este y ningún otro durante los próximos años; en la UE, al menos hasta las presidenciales francesas del 2027, que coincidirán en el tiempo con la precampaña de municipales, autonómicas y generales en España. Gran combo, por tanto, el que se nos presenta en el frente occidental de la UE a dos años vista, con el aperitivo este 18 de mayo en la siempre atlántica Portugal, donde veremos si continuará o no la misma GroKo tácita, porque de lo contrario, hacer depender el gobierno luso de Chega sería una victoria más, otra más, en la larga y sostenida estrategia de los peones de Trump a este lado del Atlántico.

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, acompañado por los miembros del Gobierno, durante la presentación del plan de contingencia del Ejecutivo ante los aranceles anunciados por Donald Trump este jueves en el Palacio de la Moncloa

Pedro Sánchez, el pasado jueves presentando el plan de choque en la Moncloa

Éste es el signo de los tiempos, en el que, por ejemplo, Meloni tiene que hacer funambulismo entre su origen –emergió como peón de Trump– y su futuro –el ­reemplazo de la derecha eterna en Italia, ese país en el que el tiempo está suspen­dido y la Iglesia siempre tiene la última palabra–. Meloni, de hecho, ha criticado la decisión de la justicia francesa con respecto a Le Pen, con un “priva de representación a millones de ciudadanos”, lo que no es decir mucho. En cambio, Sal­vini, del grupo Patriotas, el mismo que Abascal, ha sido más directo: “Es una declaración de guerra de Bruselas”. Meloni no puede ir tan lejos por ser primera ministra y porque con la Iglesia hemos topado; pero Salvini, prorruso, sí.

Ver lo que los demás no quieren ver o deciden no ver es tarea del decano. Y aquí la batalla política que viene fusiona las coordenadas locales con las globales. Desde estas bases, por ser muy decano, Sánchez lo ha sido también hace unos días al hilo del debate sobre la calidad universitaria. No se trata de confrontar universidades públicas y privadas ni las buenas contra las malas. Es un debate sobre qué es una universidad y lo que no lo es. Este inconformismo activo fortalecerá a la larga al decano y a las instituciones, aunque se pisen callos.

Dijimos que el silencio electoral se rompería con Francia 2027 y la sentencia contra Le Pen nos explica que es una “convicta” de la misma manera que Trump y que a sus electorados les da completamente igual. Viven en otras coordenadas, reciben la sentencia como una agresión y tiran hacia adelante. Se consolida, pues, el “Futuro terror” al otro lado de los Pirineos, mientras se asoma un nuevo decano en el horizonte de este viejo Oeste que es Europa. Pronto habrá un sheriff nuevo en la ciudad.

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