Se le acaba al PSOE la coartada del fango para salir airoso de todas las batallas mediáticas. La teoría de la gran conspiración contra Pedro Sánchez para justificar cualquier noticia embarazosa para los socialistas se está quedando corta. La vía de agua más preocupante para un partido político es la que se abre con la aceptación por parte de algunos de los propio dirigentes de que las cosas quizás no se estén haciendo del todo bien. Y esto es exactamente lo que les ha sucedido esta semana al PSOE y al Gobierno con las informaciones referidas a una supuesta conspiración ejecutada por una militante del partido, Leire Díez, con el objetivo de intentar “matar” profesionalmente a Antonio Balas, el teniente coronel de la unidad central operativa (UCO) de la Guardia Civil que dirige las investigaciones que comprometen al entorno personal y político del presidente del Gobierno (casos Koldo-Ábalos, Begoña Gómez, David Sánchez).
Lee tambiénInstalados en el fango
A la señora Leire Díaz la han pillado con las manos en la masa prometiéndole de viva voz al empresario Alejandro Hamlyn, acusado de fraude por valor de 150 millones de euros, que podría sentarlo con la Fiscalía y con la Abogacía del Estado para aliviarle su situación si a cambio él se avenía a facilitar informaciones comprometedoras para la UCO. La militante socialista, utilizando el plural como si hablase en nombre de otras personas, le ofrecía el oro y el moro en prebendas judiciales al susodicho en una pornográfica conversación propia de corruptos morales y también, aunque esto esté todavía por probar, de facto.
El PSOE reaccionó tarde atribuyendo el escándalo a las argucias de la derecha
Como quiera que la interfecta es de lo más conocida en los ambientes socialistas por su comprometida militancia y por haber ocupado hasta el 2024 puestos de libre designación dependientes del gobierno de turno en empresas públicas, los cabos se han atado casi sin querer. Basta con unir la línea de puntos de las conjeturas y el dibujo resultante es el de una fontanera al servicio del secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, y en última instancia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
Ha reaccionado mal y tarde el Gobierno. No fue hasta ayer que el PSOE anunció la apertura de un expediente informativo sobre el comportamiento de Leire Díez que, de momento, no ha sido suspendida de militancia a pesar de lo indisimuladamente canallesco de su comportamiento. Ella lo atribuye a una supuesta condición de periodista trabajando como infiltrada en un reportaje de investigación. Pero su desvergüenza es tanta que resulta imposible aceptar en este caso la coartada del pulpo como animal de compañía.
El teniente coronel Antonio Balas, a la derecha, en una rueda de prensa en 2019, con José Manuel Alarcón, responsable de la Oficina Nacional de Investigación del Fraude (ONIF) de la Agencia Tributaria
La prudencia del PSOE ha sido excesiva. Reaccionó, como siempre, atribuyendo el escándalo a las argucias de la derecha política y mediática. El ministro de la presidencia, Félix Bolaños, incluso dijo que se reservaba la posibilidad de una querella contra los mensajeros. Y para cuando se ha movido pieza ha sido demasiado tarde. Demasiada tibieza para con una militante bien relacionada con lo más granado de la élite del partido cuya ruindad está ya acreditada. Esta flojera es la que ha llevado a algunos dirigentes socialistas como el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, a exigir menos paños calientes y más radicalidad para acabar de raíz con las especulaciones. A éste, díscolo siempre, le han seguido en público otros dirigentes –menos categóricos– y otros igual de rotundos en privado. Suficientes como para concluir que en el caso de que el PSOE estuviese jugando a Hundir la Flota a este disparo debería responder con la palabra “tocado”.
Sánchez llegó a la presidencia del Gobierno aupado por una moción de censura tras la condena al PP por corrupción. El caso Koldo-Ábalos ha ensuciado la hoja de servicios en lo tocante a la honradez que el socialismo mantenía incólume desde su retorno al Gobierno en 2018. Ahora, con el caso Leire Díez, corren el peligro de quedar atrapados como protagonistas en la lógica de la guerra sucia que intenta aprovechar los recursos del Estado –Fiscalía, Abogacía– para destruir carreras profesionales de funcionarios públicos considerados enemigos de su causa. Algo que también hemos visto en el pasado con las siglas del PP como protagonistas. Le conviene al PSOE y al Gobierno renegar abierta y radicalmente de la señora y de sus tejemanejes para que no se derrumbe como un castillo de naipes su principal línea de defensa ante todo aquello que amenaza con perjudicarles: ¡Fake news! Cuidado, pues resulta que Leire Díez es muy, muy real.