El acuerdo a cuatro bandas para que Gibraltar, la histórica colonia británica situada en el Sur de España, continúe dentro de la Unión Europea al mismo tiempo que su metrópoli –Londres– se mantiene fuera tras el Brexit, no ha sido un camino fácil. La prueba es el dilatado tiempo de negociación (casi cinco años), con vísperas sucesivas de acuerdos de mínimos que nunca llegaban a cristalizar, y la escasa concreción de las condiciones acordadas entre Reino Unido, Main Street (la calle comercial del Peñón) y Madrid. Hasta ayer esta cuestión parecía un asunto enquistado y sin fecha. Casi un imposible. Hoy ya es un hecho, aunque pendiente de detalles importantes, en especial los que se refieren a la convergencia fiscal.
El punto de encuentro entre las partes implicadas supone la demolición (simbólica, porque existen distancias mentales que perdurarán un cierto tiempo) de la verja, la barrera física que separa el Peñón de la comarca (española) a la que pertenece. A cambio se acepta el traslado de los controles fronterizos de pasajeros (que ahora serán conjuntos) al puerto y al aeropuerto. No desaparecen las soberanías heredadas, causantes del eterno conflicto entre España y Gran Bretaña, pero se permite el libre tránsito de viajeros y mercancías entre La Línea, Cádiz y la Roca. A efectos funcionales será considerado un flujo de personas de orden interior.

España, el Reino Unido y Bruselas cierran un acuerdo histórico sobre Gibraltar
La única elipsis es el uso (conjunto) del aeropuerto de la Roca, que no se aclara en el memorándum
Esta solución garantiza a los trabajadores del Campo de Gibraltar que trabajan en el Peñón la plena libertad de movimientos. En contrapartida se permite a los yanitos –como se conoce a los residentes en la colonia–, disfrutar sin limitaciones de sus propiedades en territorio español y moverse sin problemas. Todas las partes ganan. Ninguna pierde. El acuerdo, del que todavía queda por conocer la letra pequeña, logra hacer lo mismo que la transición, según la frase de Suárez: “Elevar a la categoría política de normal lo que en la calle ya es normal”.
La renegociación del estatus de la colonia británica en Europa, que corría el riesgo de quedar aislada tras el Brexit, corrige una anomalía secular, aunque sus causas sean históricas más que sentimentales. El tránsito entre ambos lados de la verja, convertida a partir de ahora un extrañísimo objeto arqueológico, siempre ha sido un hecho natural, aunque estuviera sujeto a los humores y a las tormentas entre Madrid y Londres.

La desaparición de la verja de Gibraltar será una de las consecuencias más visibles
Los “yanitos” podrán disfrutar sin limitaciones de sus propiedades en territorio español
Schengen se establece en los dos grandes puntos de entrada de mercancías y pasajeros de Gibraltar, mientras que las barreras con Andalucía se diluyen hasta desdibujarse. Que las negociaciones incluyeran un concierto sobre tributos y aduanas, en especial en el caso del IVA y la venta de tabaco, uno de los productos más rentables para el contrabando; los visados y los permisos de residencia; y hasta una regulación para los trabajadores de ambas orillas, que suman 15.225 transfronterizos, contribuirá a que la aproximación entre Madrid y Gibraltar no sufra nuevos contratiempos y la cooperación pueda ir convirtiéndose en un hábito.
La única elipsis es la utilización (conjunta) del aeropuerto de la Roca, que no se aclara en el memorándum oficial. ¿Por qué? Gibraltar es la parte que tenía más que perder en este trance. Aunque la mayor parte de los trabajadores del Peñón sean andaluces, una disputa sostenida hubiera supuesto el aislamiento económico de la colonia. El gobierno laborista, que intenta regresar a Europa sin volver formalmente a la Unión, ha ayudado a acelerar el cierre de esta cuestión con vistas a la negociación de futuros acuerdos comerciales con Bruselas. Gibraltar vuelve a Europa sin (todavía) regresar a España.