No es pujolismo, es obiolismo

Salvador Illa no es Jordi Pujol, pero a algunos les gusta ver ahí ciertas formas compartidas. Sin embargo, si hay que buscarle un referente, miren a Raimon Obiols. Sobre todo, por cómo entienden el poder: discreto, funcional, institucional. Y ahora que el PSC vende como un hito el pacto por una financiación “singular” para Catalunya, este estilo reaparece con fuerza, pero también con riesgos que la historia ya ha dejado escritos.

El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, durante un acto en los MedCat Days en el Palau de Pedralbes de Barcelona, que conmemoran el 30 aniversario del Proceso de Barcelona

El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, en un acto en el Palau de Pedralbes la semana que viene

DAVID ZORRAKINO - EUROPA PRESS / Europa Press

El acuerdo anunciado ayer quería sonar transformador, pero de momento suena más a fase inicial de un camino largo y condicionado que a gran logro. ¿Recaudar impuestos? Así, así. ¿Más autonomía fiscal? Depende de cómo lo mires. Todo dentro de un orden. El mismo, de hecho, que en su día dio paso al nefasto “café para todos” de la LOAPA. Ese reequilibrio de la España autonómica que acabó con la ilusión de la excepcionalidad catalana. Entonces, Pujol, enfrentándose a ello, aprovechó para consolidarse en el poder. Y el líder del PSC, Obiols, con su fidelidad institucional y un discurso demasiado razonable con el PSOE, quedó condenado a la oposición. Ahora es Illa quien gobierna. Y le toca gestionar una nueva etapa, pero con esos fantasmas todavía revoloteando.

Pujol demostró que a veces no es suficiente con evitar el conflicto

Y es que el obiolismo no es sólo un estilo. Es una actitud frente al Estado: la de quien quiere avanzar sin incomodar. Quien huye del puñetazo sobre la mesa. Y esto puede dar frutos, llevando negociaciones con discreción y eficacia, pero también puede convertirse en un lastre si aquél que tienes delante no juega igual. Y lo que vimos ayer es que la ministra Montero se borró de la foto de un posible avance para Catalunya que, por poco real que sea, siempre será entendido como letal para un candidato a nada, en cualquier rincón de España. El gobierno catalán lideró la escenificación del nuevo modelo, pero la escenificación no hace sistema. Y el sistema, si no se reforma en serio, sólo muta de chapa y pintura.

Así las cosas, lo que se presenta como “singular” podría acabar siendo una vez más una versión del café para todos. Singular para Catalunya, y pronto para otras comunidades, por obra y gracia de un pragmatismo adaptativo que mantenga el fondo intacto: todos iguales, todos distintos, pero en realidad todos igual de atados. Y esto podría valer para el PSC, pero también puede seguir hundiendo la credibilidad de uno de sus socios imprescindibles: ERC.

Illa lo sabe. Sabe que la foto de ayer le puede fortalecer o atrapar. “La colaboración da más frutos que la confrontación”, dijo ayer el conseller Albert Dalmau. Habrá que verlo. Porque, en ocasiones, ambas opciones son compatibles. Pujol sobresalió ahí, demostrando que a veces no es suficiente con evitar el conflicto.

Ahora será necesario que el president Illa, que ha llegado donde Obiols nunca pudo, también sepa esquivar las trampas de la complicidad que frustraron a su maestro. Gran reto, con un sistema de financiación que a menudo parece un laberinto como aquel mítico que Dédalo supo construir y del que supo salir sin perderse. Illa tendrá que intentar hacer igual.

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